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  • y envió a su hijo Hadoram al rey David para saludarle y felicitarle por haber atacado y vencido a Hadadézer, ya que Tou estaba siempre en guerra con Hadadézer. Traía Hadoram vasos de plata, oro y bronce. (II Samuel 8, 10)

  • Dijo David: «Tendré con Janún, hijo de Najás, la misma benevolencia que su padre tuvo conmigo.» David envió a sus servidores para que le consolaran por su padre. Cuando los servidores de David llegaron al país de los ammonitas, (II Samuel 10, 2)

  • Se lo comunicaron a David y envió gente a su encuentro porque los hombres estaban cubiertos de vergüenza; el rey les mandó a decir: «Quedaos en Jericó hasta que os crezca la barba; después volveréis.» (II Samuel 10, 5)

  • A la vuelta del año, al tiempo que los reyes salen a campaña, envió David a Joab con sus veteranos y todo Israel. Derrotaron a los ammonitas y pusieron sitio a Rabbá, mientras David se quedó en Jerusalén. (II Samuel 11, 1)

  • David envió gente que la trajese; llegó donde David y él se acostó con ella, cuando acababa de purificarse de sus reglas. Y ella se volvió a su casa. (II Samuel 11, 4)

  • La mujer quedó embarazada y envió a decir a David: «Estoy encinta.» (II Samuel 11, 5)

  • David mandó decir a Joab: «Envíame a Urías el hitita.» Joab envió a Urías adonde David. (II Samuel 11, 6)

  • A la mañana siguiente escribió David una carta a Joab y se la envió por medio de Urías. (II Samuel 11, 14)

  • Joab envió a comunicar a David todas las noticias de la guerra, (II Samuel 11, 18)

  • Pasado el luto, David envió por ella y la recibió en su casa haciéndola su mujer; ella le dio a luz un hijo; pero aquella acción que David había hecho desagradó a Yahveh. (II Samuel 11, 27)

  • Envió Yahveh a Natán donde David, y llegando a él le dijo: «Había dos hombres en una ciudad, el uno era rico y el otro era pobre. (II Samuel 12, 1)

  • y envió al profeta Natán que le llamó Yedidías, por lo que había dicho Yahveh. (II Samuel 12, 25)


“Se precisamos ter paciência para suportar os defeitos dos outros, quanto mais ainda precisamos para tolerar nossos próprios defeitos!” São Padre Pio de Pietrelcina