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Labán, por su parte, al oír que se trataba de Jacob, el hijo de su hermana, corrió a saludarlo; lo abrazó, lo besó y lo llevó a su casa. Y cuando Jacob le contó todo lo que había sucedido, (Génesis 29, 13)
Entonces se apartó del camino y fue hacia ella para decirle: "Deja que me acueste contigo", ignorando que se trataba de su nuera. Ella le respondió: "¿Qué me darás por acostarte conmigo?". (Génesis 38, 16)
En uno de los desfiladeros por los que Jonatán trataba de abrirse paso hasta la guarnición de los filisteos, hay dos grandes peñascos, uno a cada lado; el primero se llama Bosés y el otro Sené. (I Samuel 14, 4)
El rey preguntó: "¿Está bien el joven Absalón?". Ajimaás respondió: "Cuando me envió Joab, el servidor del rey, vi un gran tumulto, pero no sé de qué se trataba". (II Samuel 18, 29)
Todo el mundo trataba de ver a Salomón para oír la sabiduría que Dios había puesto en su corazón. (I Reyes 10, 24)
Al despertar, Mardoqueo, que intuyó en este sueño lo que Dios había resuelto hacer, estuvo pensando en él hasta la noche y trataba de comprenderlo en todos sus detalles. (Ester 11, 12)
El rey estaba desconcertado y todo su séquito trataba de reanimarla. (Ester 15, 19)
había vuelto de Persia y de Media con las tropas que acompañaron al rey, y trataba de tomar el poder. (I Macabeos 6, 56)
Le mandó acampar frente a Judea, reconstruir Cedrón, reforzar sus puertas y hacer la guerra al pueblo, mientras el rey trataba de alcanzar a Trifón. (I Macabeos 15, 39)
El Sumo Sacerdote le explicó que se trataba de unos depósitos pertenecientes a las viudas y a los huérfanos, (II Macabeos 3, 10)
Antíoco pensó que se estaba burlando de él y sospechó que esas palabras eran un insulto. Como aún vivía el más joven, no sólo trataba de convencerlo con palabras, sino que le prometía con juramentos que lo haría rico y feliz, si abandonaba las tradiciones de sus antepasados. Le aseguraba asimismo que lo haría su Amigo y le confiaría altos cargos. (II Macabeos 7, 24)
Como se trataba de una decisión unánime de toda la ciudad, los judíos aceptaron la invitación, porque deseaban vivir en paz y no tenían ninguna sospecha. Pero una vez que estuvieron en alta mar, los tiraron al agua: así murieron alrededor de doscientos. (II Macabeos 12, 4)