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  • No se obstinen como sus padres, extiendan sus manos hacia el Señor y entren en el Santuario que él ha santificado para siempre. Sirvan al Señor, su Dios, y el ardor de su ira se apartará de ustedes. (II Crónicas 30, 8)

  • Luego dijo a los levitas que instruían a todo Israel y estaban consagrados al Señor: "Pongan el Arca santa en el Templo que edificó Salomón, hijo de David, rey de Israel: ya no tendrán que llevarla sobre los hombros. Ahora sirvan al Señor, su Dios, y a su pueblo Israel. (II Crónicas 35, 3)

  • Ahora, hijos míos, yo les recomiendo que sirvan a Dios de verdad y que hagan lo que a él le agrada. Manden a sus hijos que practiquen la justicia y la limosna, que se acuerden de Dios y bendigan de verdad su Nombre, siempre y con todas sus fuerzas. (Tobías 14, 8)

  • Que te sirvan todas las criaturas, porque tú lo dijiste y fueron hechas, enviaste tu espíritu y él las formó, y nadie puede resistir a tu voz. (Judit 16, 14)

  • Sirvan al Señor con temor; (Salmos 2, 11)

  • que todos los reyes le rindan homenaje y lo sirvan todas las naciones. (Salmos 72, 11)

  • sirvan al Señor con alegría, lleguen hasta él con cantos jubilosos. (Salmos 100, 2)

  • cuando se reúnan los pueblos y los reinos, y sirvan todos juntos al Señor. (Salmos 102, 23)

  • El que me obedezca, no se avergonzará, y los que me sirvan, no pecarán". (Eclesiástico 24, 22)

  • Moisés le confirió la investidura y lo ungió con el óleo santo. Esta fue una alianza eterna para él y para sus descendientes, mientras dure el cielo, para que sirvan a Dios como sacerdotes y bendigan al pueblo en su nombre. (Eclesiástico 45, 15)

  • Y algunos de tus hijos, de los que han nacido de ti, que tú mismo habrás engendrado, serán tomados para que sirvan como eunucos en el palacio del rey de Babilonia". (Isaías 39, 7)

  • Porque la nación y el reino que no te sirvan, perecerán, y las naciones serán exterminadas. (Isaías 60, 12)


“Você deve ter sempre prudência e amor. A prudência tem olhos; o amor tem pernas. O amor, como tem pernas, gostaria de correr a Deus. Mas seu impulso de deslanchar na direção dEle é cego e, algumas vezes, pode tropeçar se não for guiado pela prudência, que tem olhos.” São Padre Pio de Pietrelcina