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  • Aquella noche, como el rey no podía conciliar el sueño, hizo traer el libro de las Memorias o Crónicas, y lo leyeron en su presencia. (Ester 6, 1)

  • Cuando Álcimo vio que Judas y sus partidarios se fortalecían y que él no podía resistirles, acudió al rey y los acusó de graves delitos. (I Macabeos 7, 25)

  • Mientras tanto, el rey Antíoco continuaba el sitio de Dora, acampando en los suburbios de la ciudad, lanzando incesantemente sus tropas contra ella y construyendo máquinas de guerra. Tenía bloqueado a Trifón y nadie podía entrar ni salir. (I Macabeos 15, 25)

  • Y no se podía defraudar a los que habían depositado su confianza en la santidad de ese Lugar y en la inviolable majestad de aquel Templo venerado en todo el mundo. (II Macabeos 3, 12)

  • No se podía observar el sábado, ni celebrar las fiestas de nuestros padres, y ni siquiera declararse judío. (II Macabeos 6, 6)

  • Su estado era tal que del cuerpo del impío brotaban los gusanos; estando vivo aún, la carne se le caía a pedazos, en medio de dolores y sufrimientos, y el ejército apenas podía soportar el hedor que emanaba de él. (II Macabeos 9, 9)

  • A causa de ese olor insoportable, nadie podía llevar ahora al que poco antes se creía capaz de tocar los astros del cielo. (II Macabeos 9, 10)

  • Como ni él mismo podía soportar su propio hedor, exclamó: "Es justo someterse a Dios y no creerse igual a él, siendo un simple mortal". (II Macabeos 9, 12)

  • Un cierto Álcimo, que antes había sido Sumo Sacerdote, pero que se había contaminado voluntariamente en el tiempo de la ruptura con el paganismo, comprendiendo que él ya no podía rehabilitarse ni acceder al altar sagrado, (II Macabeos 14, 3)

  • pero comprendiendo que no podía obtener la Sabiduría si Dios no me la concedía, -y ya era un signo de prudencia saber de quién viene esta gracia- me dirigí al Señor y le supliqué, diciéndole de todo corazón: (Sabiduría 8, 21)

  • Bien podía tu mano omnipotente -aquella que creó el mundo de una materia informe- enviar contra ellos una multitud de osos o de leones feroces, (Sabiduría 11, 17)

  • Asimismo, por orden de los soberanos, se rendía culto a las estatuas: como no se los podía honrar en persona, a causa de la distancia, reprodujeron esa figura lejana, fabricando una imagen visible del rey que veneraban; así se adulaba con fervor al ausente como si estuviera presente. (Sabiduría 14, 17)


“As almas! As almas! Se alguém soubesse o preço que custam”. São Padre Pio de Pietrelcina