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  • No se obnubilarán los ojos de los que ven y los oídos de los que oyen estarán atentos; (Isaías 32, 3)

  • El que obra con justicia y habla con rectitud, el que rehúsa una ganancia extorsionada, el que sacude sus manos para no retener el soborno, el que tapa sus oídos a las propuestas sanguinarias, el que cierra los ojos para no ver la maldad: (Isaías 33, 15)

  • Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; (Isaías 35, 5)

  • Porque has temblado de rabia contra mí y tu insolencia ha subido a mis oídos, pondré mi garfio en tus narices y mi bozal en tus labios, y te haré volver por el camino por donde habías venido. (Isaías 37, 29)

  • Tú has visto muchas cosas, pero sin prestar atención; has abierto los oídos, pero sin escuchar. (Isaías 42, 20)

  • ¡Hagan salir al pueblo ciego, pero que tiene ojos, sordo, pero que tiene oídos! (Isaías 43, 8)

  • No, tú no habías oído ni sabías nada, ni tus oídos fueron abiertos de antemano, porque yo sé que no haces más que traicionar y que te llaman "Rebelde desde el seno materno". (Isaías 48, 8)

  • Los hijos que dabas por perdidos dirán otra vez a tus oídos: "El lugar es muy estrecho para mí, dame sitio para que pueda habitar". (Isaías 49, 20)

  • Ve a gritar a los oídos de Jerusalén: Así habla el Señor: Recuerdo muy bien la fidelidad de tu juventud, el amor de tus desposorios, cuando me seguías por el desierto, por una tierra sin cultivar. (Jeremías 2, 2)

  • Escuchen bien esto, pueblo estúpido y sin inteligencia: ellos tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen. (Jeremías 5, 21)

  • ¿A quién hablar, a quién advertir para que escuchen? Sus oídos están incircuncisos, no pueden prestar atención; la palabra del Señor se ha convertido en un oprobio para ellos, ¡no la quieren! (Jeremías 6, 10)

  • Pero ellos no escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que obraron según sus designios, según los impulsos de su corazón obstinado y perverso; se volvieron hacia atrás, no hacia adelante. (Jeremías 7, 24)


“Quanto maiores forem os dons, maior deve ser sua humildade, lembrando de que tudo lhe foi dado como empréstimo.” São Padre Pio de Pietrelcina