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  • Añadiré otros quince años a tu vida; te libraré, a ti y a esta ciudad, de manos del rey de Asiria, y defenderé a esta ciudad por mi honor y el de mi servidor David". (II Reyes 20, 6)

  • El rey ordenó al sumo sacerdote Jilquías, a los sacerdotes de segundo orden y a los guardianes del umbral, que sacaran del Templo del Señor todos los objetos fabricados en honor de Baal, de Aserá y de todo el Ejército de los cielos; los quemó fuera de Jerusalén, en los baldíos del Cedrón, e hizo llevar sus cenizas a Betel. (II Reyes 23, 4)

  • Además, profanó el Tófet del valle de Ben Hinnóm, para que nadie inmolara en el fuego a su hijo o a su hija, en honor de Moloc. (II Reyes 23, 10)

  • El rey profanó los lugares altos que estaban frente a Jerusalén, al sur del monte de la Destrucción, y que Salomón, rey de Israel, había construido en honor de Astarté, el despreciable ídolo de los sidonios, en honor de Quemós, el despreciable ídolo de Moab, y en honor de Milcóm, el abominable ídolo de los amonitas. (II Reyes 23, 13)

  • El rey dio esta orden a todo el pueblo: "Celebren una Pascua en honor del Señor, su Dios, como está escrito en este libro de la Alianza". (II Reyes 23, 21)

  • Fue en el año decimoctavo del rey Josías cuando se celebró esta Pascua en honor del Señor, en Jerusalén. (II Reyes 23, 23)

  • ¿Qué más podría decirte David sobre el honor que le has dispensado, si tú ya conoces a tu servidor? (I Crónicas 17, 18)

  • Lo sepultaron en la tumba que se había hecho cavar en la Ciudad de David. Lo depositaron sobre un lecho lleno de ungüentos y de diversos perfumes cuidadosamente preparados, y se encendió en su honor una enorme hoguera. (II Crónicas 16, 14)

  • Entonces Ezequías dio órdenes a todo Israel y Judá, y también escribió cartas a Efraím y a Manasés para que acudieran a la casa del Señor, en Jerusalén, a celebrar la Pascua en honor del Señor, el Dios de Israel. (II Crónicas 30, 1)

  • y decidieron anunciarlo a todo Israel, desde Berseba hasta Dan, para que fueran a celebrar la Pascua en honor del Señor, el Dios de Israel, en Jerusalén, porque la mayoría no la había celebrado como estaba prescrito. (II Crónicas 30, 5)

  • Pero ella replicaba: "Déjame, no trates de engañarme. Mi hijo ha muerto". Y todos los días salía a mirar el camino por donde se había ido su hijo, porque no se fiaba de nadie. Al caer la tarde, entraba en su casa y pasaba las noches llorando y lamentándose sin poder dormir. Cuando pasaron los catorce días de fiesta que Ragüel había prometido celebrar en honor de su hija, Tobías fue a decirle: "Déjame partir, porque seguramente mi padre y mi madre piensan que ya no volverán a verme. Te ruego, padre, que me dejes volver a la casa de mi padre. Ya te dije en qué estado lo dejé". (Tobías 10, 7)

  • Al verla, todos a una, la elogiaron y le dijeron: "¡Tú eres la gloria de Jerusalén, tú el gran orgullo de Israel, tú el insigne honor de nuestra raza! (Judit 15, 9)


“A oração é a efusão de nosso coração no de Deus.” São Padre Pio de Pietrelcina