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Pero si se convierten a mí, si observan y practican mis mandamientos, aunque sus desterrados estén en los confines del cielo, yo los congregaré y los traeré al lugar que elegí para hacerlo morada de mi Nombre’. (Nehemías 1, 9)
¡Ah, Señor! Que tus oídos estén atentos a la plegaria de tu servidor y a la plegaria de tus servidores, que se complacen en venerar tu Nombre. Permíteme lograr mi cometido y que sea bien recibido por el rey". Yo era entonces copero del rey. (Nehemías 1, 11)
Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote escriba, y los levitas que instruían al pueblo, dijeron a todo el pueblo: "Este es un día consagrado al Señor, su Dios: no estén tristes ni lloren". Porque todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley. (Nehemías 8, 9)
Después añadió: "Ya pueden retirarse; coman bien, beban un buen vino y manden una porción al que no tiene nada preparado, porque este es un día consagrado a nuestro Señor. No estén tristes, porque la alegría en el Señor es la fortaleza de ustedes". (Nehemías 8, 10)
Y los levitas serenaban al pueblo, diciendo: "¡Tranquilícense! Este día es santo: no estén tristes". (Nehemías 8, 11)
Pongo mis ojos en las personas leales para que estén cerca de mí; el que va por el camino perfecto es mi servidor. (Salmos 101, 6)
que estén siempre delante del Señor, y él extirpe su recuerdo de la tierra. (Salmos 109, 15)
¡Señor, oye mi voz! Estén tus oídos atentos al clamor de mi plegaria. (Salmos 130, 2)
Que los difamadores no estén seguros en la tierra, y la desgracia persiga a muerte al violento. (Salmos 140, 12)
Que nuestros graneros estén repletos con productos de todas las especies; que nuestros rebaños se reproduzcan a millares en todas nuestras praderas. (Salmos 144, 13)
Que nuestros bueyes estén bien cargados, que no haya brechas ni aberturas en los muros ni gritos de angustia en nuestras plazas. (Salmos 144, 14)
"Cíñanse las armas, compórtense valerosamente y estén preparados mañana al amanecer para atacar a esos paganos que se han aliado contra nosotros a fin de destruirnos y destruir nuestro Santuario. (I Macabeos 3, 58)