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  • Aquel mismo día, el Señor dijo a Moisés: (Deuteronomio 32, 48)

  • Dijo acerca de Benjamín: "El amado del Señor habita seguro junto a aquel que lo protege constantemente; y habita entre los flancos de sus colinas". (Deuteronomio 33, 12)

  • hasta que el Señor les conceda el descanso lo mismo que a ustedes, y también ellos tomen posesión de la tierra que les da el Señor, su Dios. Entonces volverán al territorio que les pertenece, aquel que les dio Moisés, el servidor del Señor, al otro lado del Jordán, hacia el oriente’". (Josué 1, 15)

  • Aquel día, el Señor engrandeció a Josué a los ojos de todo Israel, y desde entonces lo respetaron como habían respetado a Moisés durante toda su vida. (Josué 4, 14)

  • En aquel tiempo, el Señor dijo a Josué: "Fabrícate unos cuchillos de piedra y vuelve a circuncidar a los israelitas". (Josué 5, 2)

  • Entonces el Señor dijo a Josué: "Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto". Y aquel lugar se llamó Guilgal hasta el día de hoy. (Josué 5, 9)

  • El maná dejó de caer al día siguiente, cuando comieron los productos del país. Ya no hubo más maná para los israelitas, y aquel año comieron los frutos de la tierra de Canaán. (Josué 5, 12)

  • En aquel tiempo Josué hizo pronunciar el siguiente juramento delante del Señor: "¡Maldito el hombre que intente reconstruir esta ciudad de Jericó! ¡Pondrá los cimientos sobre su primogénito, y colocará las puertas sobre su hijo menor!". (Josué 6, 26)

  • Encima de él pusieron un gran montón de piedras, que ha quedado hasta el presente. Así el Señor aplacó su indignación. Por eso aquel lugar se llama valle de Acor, hasta el día de hoy. (Josué 7, 26)

  • Los que murieron aquel día, entre hombres y mujeres, fueron doce mil, o sea, todos los habitantes de Ai. (Josué 8, 25)

  • Desde aquel día, Josué los destinó a cortar leña y a sacar agua para la comunidad y para el altar del Señor, en el lugar que el Señor eligiera. Esto es lo que hacen todavía hoy. (Josué 9, 27)

  • Aquel mismo día, Josué se apoderó de Maquedá y pasó al filo de la espada a la ciudad y a su rey, consagrándolos al exterminio junto con todos los seres vivientes que había en ella. No dejó a nadie con vida, y trató al rey de Maquedá como había tratado al rey de Jericó. (Josué 10, 28)


“Para consolar uma alma na sua dor, mostre-lhe todo o bem que ela ainda pode fazer.” São Padre Pio de Pietrelcina