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Amán pudo comprobar que, a su paso, Mardoqueo ni se arrodillaba ni se postraba, y se llenó de ira. (Ester 3, 5)
Pero no pudo sostenerse en el poder y, manchado con la traición, tuvo que huir de nuevo a la tierra de Amán. (II Macabeos 5, 7)
Y el que a muchos había dejado en su tierra sin sepultura, no tuvo quien lo llorase, ni pudo ser enterrado en el sepulcro de sus padres. (II Macabeos 5, 10)
de forma que los que no quisieran pasarse a los usos helenísticos fueran degollados. Entonces pudo apreciarse toda la extensión de los males que se venían encima. (II Macabeos 6, 9)
Un tal Dositeo, de Bacenor, valiente caballero, agarró a Gorgias por el manto y tiraba de él con fuerza para apoderarse de aquel criminal vivo. Un caballero tracio que lo vio, se lanzó contra Dositeo y le cortó el brazo, y así Gorgias pudo escapar y refugiarse en Maresá. (II Macabeos 12, 35)
"Pues yo -respondió él- soy soberano sobre la tierra, que mando tomar las armas y ejecutar los decretos reales". Pero no pudo llevar a cabo su bárbaro proyecto. (II Macabeos 15, 5)
Pues ni el escondrijo que los abrigaba pudo preservarlos del temor. Ruidos terroríficos resonaban a su alrededor, y sombríos fantasmas de rostros tristes se les aparecían. (Sabiduría 17, 4)
¿Quién ha sufrido esta prueba y ha sido hallado perfecto? Éste será glorificado. ¿Quién pudo pecar y no pecó, hacer el mal y no lo hizo? (Eclesiástico 31, 10)
Antes del tiempo de su eterno reposo rindió testimonio delante del Señor y de su ungido: "De nadie he tomado bienes, ni siquiera unas sandalias", y nadie pudo acusarle. (Eclesiástico 46, 19)
Por ello los ministros y los sátrapas se pusieron a buscar un pretexto para poder acusar a Daniel de algún asunto de la administración del reino; pero no lograban encontrar ningún motivo de censura o falta alguna, porque él era leal y jamás se le pudo acusar de negligencia ni de culpa alguna. (Daniel 6, 5)
Se pudo vender a gran precio y dárselo a los pobres". (Mateo 26, 9)
Y no pudo hacer allí ningún milagro, aparte de curar a algunos enfermos imponiéndoles las manos. (Marcos 6, 5)