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(52 )les dieron también como ciudades de refugio: Siquén y sus ejidos en la montaña de Efraín, Guézer y sus ejidos, (I Crónicas 6, 67)
(55 )De la media tribu de Manasés les dieron: Aner y Bileán con sus ejidos. Todo esto para el clan de los otros hijos de Quehat. (I Crónicas 6, 70)
(62 )A los demás hijos de Merarí les dieron, de la tribu de Zabulón: Rimón y Tabor con sus ejidos; (I Crónicas 6, 77)
Cuando los israelitas del valle vieron que habían huido y que Saúl con sus tres hijos habían muerto, abandonaron también ellos sus ciudades y se dieron a la fuga. Los filisteos vinieron y se establecieron en ellas. (I Crónicas 10, 7)
Los amonitas se dieron cuenta de que se habían hecho odiosos a David, y Janún y los amonitas enviaron unas treinta y cuatro toneladas de plata para contratar como mercenarios tropas de caballería y carros de combate sirios en Mesopotamia, Maacá y Sobá. (I Crónicas 19, 6)
Los jefes de los carros se dieron cuenta de que no era el rey de Israel y dejaron de perseguirlo. (II Crónicas 18, 32)
Mandó buscar a Ocozías, que fue alcanzado cuando iba a esconderse a Samaría. Se lo llevaron a Jehú, que lo mandó matar. Le dieron sepultura, pues se dijeron: "Es hijo de Josafat, que buscó al Señor con todo su corazón". En la casa de Ocozías no quedó nadie que fuera capaz de reinar. (II Crónicas 22, 9)
Abandonaron el templo del Señor, Dios de sus padres, y dieron culto a imágenes de Aserá y a otros ídolos. Esto provocó la cólera divina, que cayó sobre Judá y Jerusalén. (II Crónicas 24, 18)
Unos hombres designados expresamente confortaron a los prisioneros y, de lo mismo que les habían quitado, los vistieron, los calzaron, les dieron de comer, les curaron las heridas, montaron en asnos a los que estaban fatigados y los llevaron a Jericó, la ciudad de las palmeras, junto a sus hermanos; luego regresaron a Samaría. (II Crónicas 28, 15)
El rey Ezequías y los jefes dieron la orden a los levitas de alabar al Señor con los salmos de David y de Asaf, el vidente. Cantaron los salmos con gran alegría, y luego se arrodillaron en actitud de adoración. (II Crónicas 29, 30)
Los sacerdotes y los levitas, de pie, dieron la bendición al pueblo. El Señor escuchó su voz, y su oración llegó hasta su santa morada en el cielo. (II Crónicas 30, 27)
Se lo dieron luego a los encargados de las obras del templo del Señor para pagar a los obreros que trabajaban en la reparación y restauración del templo del Señor; (II Crónicas 34, 10)