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Con los judíos me hago judío; con los que están bajo la ley, como quien está bajo ella, sin estarlo, para ganar a los que están bajo la ley; (I Corintios 9, 20)
Cuando vi que no se portaban conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro en presencia de todos: Si tú, siendo judío, vives como los paganos y no como los judíos, ¿cómo obligas a los paganos a seguir los ritos judíos? (Gálatas 2, 14)
No hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer, pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. (Gálatas 3, 28)
La verdadera circuncisión somos nosotros, los que damos culto llevados del Espíritu de Dios y estamos orgullosos de Cristo Jesús, no poniendo nuestra confianza en algo humano, (Filipenses 3, 3)
Que nadie, con simulada humildad o culto de ángeles, os niegue el premio de la victoria, metiéndose en cosas que no ha visto, presumiendo vanamente a la luz de su inteligencia carnal, (Colosenses 2, 18)
Ya no hay distinción entre griego y judío, circunciso o incircunciso, extranjero o ignorante, esclavo o libre, sino que Cristo es todo en todos. (Colosenses 3, 11)
Éstos realizan un culto que es la imagen y sombra de las realidades celestes, según le fue advertido divinamente a Moisés cuando iba a construir el tabernáculo: Mira y hazlo todo según el modelo que se te ha mostrado en la montaña. (Hebreos 8, 5)
Dispuestas así las cosas, los sacerdotes entran a diario en la primera parte del tabernáculo para celebrar el culto. (Hebreos 9, 6)
Esto es una imagen del tiempo presente; significa que en su régimen se ofrecen dones y sacrificios que no tienen el poder de hacer perfecto interiormente al que celebra el culto; (Hebreos 9, 9)
Después roció también con sangre la tienda y todos los objetos del culto. (Hebreos 9, 21)
De otro modo, ¿no hubiesen cesado de ofrecerlos, supuesto que quienes ofrecían este culto, purificados una vez para siempre, no tendrían ya conciencia alguna de pecado? (Hebreos 10, 2)
Así pues, puesto que entramos en posesión de un reino inmutable, retengamos firmemente la gracia, y por ella ofrezcamos a Dios un culto agradable con reverencia y con respeto. (Hebreos 12, 28)