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David le respondió: "Bien, ahora sabrás lo que va a hacer tu siervo". Y le dijo Aquís: "Pues bien, yo te constituiré guardián de mi persona para siempre". (I Samuel 28, 2)
Pero la mujer le respondió: "Tú sabes bien lo que ha hecho Saúl, que ha expulsado del país a los nigromantes y adivinos. ¿Por qué tiendes insidias a mi vida para hacerme morir?". (I Samuel 28, 9)
Aquís le respondió: "Bien sabes que eres grato a mis ojos como un ángel de Dios; pero los jefes de los filisteos han dicho: Que no vaya con nosotros a la guerra. (I Samuel 29, 9)
David respondió: "Bien, yo haré un pacto contigo; pero exijo de ti una sola cosa: no serás admitido ante mí si no me traes a Mical, hija de Saúl, cuando vengas a verme". (II Samuel 3, 13)
El pueblo supo esto y le pareció bien, pues todo lo que hacía el rey le parecía bien al pueblo. (II Samuel 3, 36)
Cuando David volvió a su casa para bendecirla, Mical, hija de Saúl, le salió al encuentro y le dijo: "¡Qué bien ha quedado hoy el rey de Israel desnudándose ante la vista de las criadas de sus servidores, como lo haría un hombre cualquiera!". (II Samuel 6, 20)
los jefes amonitas dijeron a Janún: "¿Tú crees que David te envía consoladores con el fin de honrar a tu padre? ¿No los habrá enviado más bien con el fin de explorar, espiar y destruir el país?". (II Samuel 10, 3)
¡Ánimo!, luchemos valientemente por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios. Que el Señor haga lo que bien le parezca". (II Samuel 10, 12)
Absalón no dirigió la palabra a Amnón, ni para bien ni para mal, pues lo odiaba por haber violado a su hermana Tamar. (II Samuel 13, 22)
Tu sierva se dijo: La palabra del rey, mi señor, servirá para tranquilizarnos; pues mi señor, el rey, es como un ángel de Dios para comprender el bien y el mal. Que el Señor, tu Dios, esté contigo". (II Samuel 14, 17)
Entonces el rey dijo a Joab: "¡Muy bien!, voy a hacer lo que has dicho: Vete y haz que vuelva el joven Absalón". (II Samuel 14, 21)
Tal vez el Señor vea mi aflicción y me devuelva bien en lugar de esta maldición de hoy". (II Samuel 16, 12)