Trouvé 897 Résultats pour: Jerusalén

  • Inmoló sobre los altares a todos los sacerdotes de las colinas que había allí, quemó sobre ellos huesos humanos y luego se volvió a Jerusalén. (II Reyes 23, 20)

  • Sólo en el año dieciocho del rey Josías se celebró en Jerusalén una pascua semejante en honor del Señor. (II Reyes 23, 23)

  • Josías exterminó también a los nigromantes, a los adivinos, los fetiches, los ídolos y todos los ídolos repugnantes que se veían en el país de Judá y en Jerusalén, a fin de llevar a efecto las palabras de la ley escritas en el libro que había encontrado el sacerdote Jelcías en el templo del Señor. (II Reyes 23, 24)

  • Y el Señor dijo: "Apartaré también de mi presencia a Judá, como aparté a Israel; y rechazaré a esta ciudad, Jerusalén, que había elegido, y el templo, del que había dicho: Allí estará mi nombre". (II Reyes 23, 27)

  • Sus oficiales llevaron su cadáver en un carro, de Meguido a Jerusalén, y lo enterraron en su sepulcro. El pueblo ungió y proclamó rey en su lugar a su hijo Joacaz. (II Reyes 23, 30)

  • Joacaz tenía veintitrés años cuando subió al trono, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Jamutal, hija de Jeremías, de Libná. (II Reyes 23, 31)

  • Pero el Faraón Necó lo encadenó en Ribla, en el país de Jamat, lo destronó de Jerusalén e impuso al país un tributo de tres mil cuatrocientos kilos de plata y treinta y cuatro de oro. (II Reyes 23, 33)

  • Joaquín tenía veinticinco años cuando subió al trono, y reinó once años en Jerusalén. Su madre se llamaba Zebida, hija de Pedayas, de Rumá. (II Reyes 23, 36)

  • y de la sangre inocente que él había derramado hasta llenar Jerusalén. El Señor no quiso perdonar. (II Reyes 24, 4)

  • Jeconías tenía dieciocho años cuando subió al trono, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Nejustá, hija de Elnatán, de Jerusalén. (II Reyes 24, 8)

  • En su tiempo las tropas de Nabucodonosor, rey de Babilonia, fueron contra Jerusalén, y la sitiaron. (II Reyes 24, 10)

  • Deportó a todo Jerusalén, a todos los magnates y poderosos, unos diez mil, y a todos los herreros y cerrajeros. No dejó más que las gentes pobres. (II Reyes 24, 14)


“Tenhamos sempre horror ao pecado mortal e nunca deixemos de caminhar na estrada da santa eternidade.” São Padre Pio de Pietrelcina