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El oficial sobre cuyo brazo solía apoyarse el rey dijo al hombre de Dios: "Aunque el Señor abriera las ventanas del cielo, ¿podría suceder tal cosa?". Eliseo respondió: "Pues bien, tú mismo lo verás con tus propios ojos, pero no comerás de ello". (II Reyes 7, 2)
El rey había confiado la guardia de la puerta a aquel oficial sobre cuyo brazo solía apoyarse; pero el pueblo lo pisoteó en la puerta y murió, como había predicho el hombre de Dios cuando el rey bajó adonde él estaba. (II Reyes 7, 17)
Eliseo dijo a la mujer cuyo hijo había resucitado: "Levántate y vete con tu familia a fijar tu residencia dondequiera que sea, porque el Señor ha llamado al hambre, que penetrará en el país durante siete años". (II Reyes 8, 1)
Y mientras él contaba al rey cómo había resucitado a un muerto, llegó la mujer a cuyo hijo había resucitado para reclamar ante el rey su casa y su campo. Guejazí dijo: "¡Oh rey, mi señor!, ésta es la mujer y éste es el hijo al que Eliseo resucitó". (II Reyes 8, 5)
Y entre los sacerdotes: los descendientes de Jobayas, de Hacós, de Barzilay, el cual se había casado con una de las hijas de Barzilay, el galaadita, cuyo nombre adoptó. (Esdras 2, 61)
que ha habido en Jerusalén reyes poderosos cuyo dominio se extendía sobre todo el territorio de Transeufratina y que recibían tributos, impuestos y derechos de paso. (Esdras 4, 20)
Y entre los sacerdotes: de Jobayas, de Hacós, de Barzilay, el cual se había casado con una de las hijas de Barzilay, el galaadita, cuyo nombre adoptó. (Nehemías 7, 63)
a un hombre cuyo camino se ha borrado y a quien Dios asedia por todas partes? (Job 3, 23)
El Señor asegura los pasos del hombre cuyo camino es de su agrado; (Salmos 37, 23)
no lleguen a ser como sus padres, una generación indócil y rebelde, generación cuyo corazón no fue constante, y cuyo espíritu fue desleal para con Dios. (Salmos 78, 8)
Dichoso el pueblo que tiene todo esto, dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor. (Salmos 144, 15)
Inmediatamente se ejecutó la pena capital de aquellos cuyo delito fue defender la causa de la ciudad, el pueblo y los vasos sagrados. (II Macabeos 4, 48)