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  • Comeréis la carne de vuestros hijos y la carne de vuestras hijas comeréis. (Levítico 26, 29)

  • Destruiré vuestros altos, abatiré vuestros altares de incienso, amontonaré vuestros cadáveres sobre los cadáveres de vuestros ídolos, y yo mismo os aborreceré. (Levítico 26, 30)

  • Reduciré vuestras ciudades a ruina y devastaré vuestros santuarios, no aspiraré ya más vuestros calmantes aromas. (Levítico 26, 31)

  • Yo asolaré la tierra, y de ello quedarán atónitos vuestros mismos enemigos al venir a ocuparla. (Levítico 26, 32)

  • Entonces pagará la tierra sus sábados, durante todos los días que esté desolada mientras vosotros estéis en el país de vuestros enemigos; entonces sí que descansará la tierra y pagará sus sábados. (Levítico 26, 34)

  • Durante todo el tiempo de la desolación descansará, por lo que no pudo descansar en vuestros sábados cuando habitabais en ella. (Levítico 26, 35)

  • Se atropellarán unos a otros, como delante de la espada, aunque nadie los persiga. No podréis teneros en pie en presencia de vuestros enemigos. (Levítico 26, 37)

  • Pereceréis entre las naciones, y os devorará el país de vuestros enemigos. (Levítico 26, 38)

  • Y quienes de vosotros sobrevivan, se pudrirán a causa de su iniquidad en los países de vuestros enemigos; por las iniquidades de sus padres unidas a las suyas, se pudrirán. (Levítico 26, 39)

  • «Diles a los israelitas: Si uno de vosotros o de vuestros descendientes está impuro por cadáver, o está de viaje en tierra lejana, también celebrará la Pascua en honor de Yahveh. (Números 9, 10)

  • Cuando, ya en vuestra tierra, partáis para el combate contra un enemigo que os oprime, tocaréis las trompetas a clamoreo; así se acordará Yahveh, vuestro Dios, de vosotros, y seréis librados de vuestros enemigos. (Números 10, 9)

  • En vuestros días de fiesta, solemnidades, neomenias, tocaréis las trompetas durante vuestros holocaustos y sacrificios de comunión. Así haréis que vuestro Dios se acuerde de vosotros. Yo, Yahveh, vuestro Dios.» (Números 10, 10)


“Que Jesus o mergulhe no esplendor da Sua imortal juventude.” São Padre Pio de Pietrelcina