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Ahora, pues, ablandad el rostro de Dios para que tenga compasión de nosotros. De vuestras manos viene esto, ¿acaso os acogerá benignamente?, dice Yahveh Sebaot. (Malaquías 1, 9)
¡Oh, quién de vosotros cerrará las puertas para que no encendáis mi altar en vano! No tengo ninguna complacencia en vosotros, dice Yahveh Sebaot, y no me es grata la oblación de vuestras manos. (Malaquías 1, 10)
y añadís: ¡Oh, qué fatiga!, y me desdeñáis, dice Yahveh Sebaot. Cuando traéis una res robada, o coja, o enferma, cuando traéis una oblación así, ¿la voy a aceptar de vuestras manos?, dice Yahveh Sebaot. (Malaquías 1, 13)
He aquí que yo voy a romper vuestro brazo, os echaré estiércol a la cara, el estiércol de vuestras fiestas, y seréis aventados con él. (Malaquías 2, 3)
Y esta otra cosa hacéis también vosotros: cubrir de lágrimas el altar de Yahveh, de llantos y suspiros, porque él ya no se vuelve hacia la oblación, ni la acepta con gusto de vuestras manos. (Malaquías 2, 13)
Vosotros cansáis a Yahveh con vuestras palabras. - Y decís: ¿En qué le cansamos? - Cuando decís: Todo el que hace el mal es bueno a los ojos de Yahveh, y él le acepta complacido; o también: ¿Dónde está el Dios del juicio? (Malaquías 2, 17)
Duras me resultan vuestras palabras, dice Yahveh. - Y todavía decís: ¿Qué hemos dicho contra ti? - (Malaquías 3, 13)
Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mateo 5, 16)
pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas. (Mateo 6, 15)
«No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. (Mateo 7, 6)
No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; (Mateo 10, 9)
Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies. (Mateo 10, 14)