Trouvé 63 Résultats pour: tuyo

  • tuyo es el día, tuya también la noche, tú la luna y el sol estableciste, (Salmos 74, 16)

  • Tuyo es el cielo, tuya también la tierra, el orbe y cuanto encierra tú fundaste; (Salmos 89, 12)

  • Tuyo es el brazo y su bravura, poderosa tu mano, sublime tu derecha; (Salmos 89, 14)

  • levantas sobre las aguas tus altas moradas; haciendo de las nubes carro tuyo, sobre las alas del viento te deslizas; (Salmos 104, 3)

  • Tuyo soy, sálvame, pues tus ordenanzas voy buscando. (Salmos 119, 94)

  • Que soy un siervo tuyo, hijo de tu sierva, un hombre débil y de vida efímera, poco apto para entender la justicia y las leyes. (Sabiduría 9, 5)

  • que pronto un hombre irreprochable salió en su defensa. Con las armas de su propio ministerio, la oración y el incienso expiatorio, se enfrentó a la ira y dio fin a la plaga, mostrando con ello que era en verdad siervo tuyo. (Sabiduría 18, 21)

  • el que labra en alto su tumba, el que se talla en la peña una morada: «¿Qué es tuyo aquí y a quién tienes aquí, que te has labrado aquí una tumba?» (Isaías 22, 16)

  • Yahveh, Dios nuestro, nos han dominado otros señores fuera de ti, pero no recordaremos otro Nombre sino el tuyo. (Isaías 26, 13)

  • Vino, pues, a mí Janamel, hijo de mi tío, conforme al dicho de Yahveh, al patio de la guardia, y me dijo: «Ea, cómprame el campo de Anatot - que cae en territorio de Benjamín - porque tuyo es el derecho de adquisición y a ti te toca el rescate. Cómpratelo.» Yo reconocí en aquello la palabra de Yahveh, (Jeremías 32, 8)

  • Entonces Yojanán, hijo de Caréaj, dijo a Godolías secretamente en Mispá: «Ea, iré yo y asestaré el golpe a Ismael, hijo de Netanías, sin que nadie lo sepa. ¿Por qué tiene que asesinarte él a ti, lo que supondría la desbandada de todo Judá, apiñado en torno tuyo, y la pérdida del resto de Judá?» (Jeremías 40, 15)

  • Edom era cliente tuyo por la abundancia de tus productos: daba por tus mercancías malaquita, púrpura, recamados, batista, coral y rubíes. (Ezequiel 27, 16)


“As almas! As almas! Se alguém soubesse o preço que custam”. São Padre Pio de Pietrelcina