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Se encontraron con los nabateos, que les acogieron amistosamente y les pusieron al tanto de lo que les ocurría a sus hermanos de la región de Galaad: (I Macabeos 5, 25)
Entre tanto envió Jonatán a pedir al rey Demetrio que retirara las guarniciones de la Ciudadela de Jerusalén y de las plazas fuertes porque hostilizaban a Israel. (I Macabeos 11, 41)
Porque se ha mostrado valiente, tanto él como sus hermanos y la casa de su padre, ha combatido y rechazado a los enemigos de Israel y le ha conseguido su libertad.» Grabaron una inscripción en planchas de bronce y las fijaron en estelas en el monte Sión. (I Macabeos 14, 26)
Entre tanto, regresaron de Roma Numenio y sus acompañantes trayendo cartas para los reyes y países, escritas de este modo: (I Macabeos 15, 15)
Su corazón se ensoberbeció tanto que aspiró a apoderarse del país, para lo cual tramaba quitar a traición la vida a Simón y a sus hijos. (I Macabeos 16, 13)
Por tanto, si tenéis necesidad de ellos, enviad a quienes os los lleven. (II Macabeos 2, 15)
Comencemos, por tanto, desde ahora la narración, después de haber abundado tanto en los preliminares; pues sería absurdo abundar en lo que antecede a la historia y ser breve en la historia misma. (II Macabeos 2, 32)
Mientras tanto, sucedió que los habitantes de Tarso y de Malos se sublevaron por haber sido cedidas sus ciudades como regalo a Antioquida, la concubina del rey. (II Macabeos 4, 30)
Por tanto os exhorto y ruego que acordándoos de los beneficios recibidos en común y en particular, guardéis cada uno también con mi hijo la benevolencia que tenéis hacia mí. (II Macabeos 9, 26)
Hizo por tanto ejecutarles por traidores e inmediatamente se apoderó de las dos torres. (II Macabeos 10, 22)
deseosos, por tanto, de que esta nación esté tranquila, decidimios que se les restituya el Templo y que puedan vivir según las costumbres de sus antepasados. (II Macabeos 11, 25)
Bien harás, por tanto, en enviarles emisarios que les den la mano, para que al saber nuestra determinación, se sientan confiados y se dediquen con agrado a sus propias ocupaciones.» (II Macabeos 11, 26)