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Toma en tus manos piedras grandes, y las hundes en el cemento de la terraza que hay a la entrada del palacio de Faraón en Tafnis, a vista de los judíos, (Jeremías 43, 9)
y les dices: Así dice Yahveh Sebaot, el Dios de Israel: He aquí que yo mando en busca de mi siervo Nabucodonosor, rey de Babilonia, y pondrá su sede por encima de estas piedras que he enterrado, y desplegaré su pabellón sobre ellas. (Jeremías 43, 10)
y vendrá a ser Babilonia montón de piedras, guarida de chacales, tema de pasmo y rechifla, sin ningún habitante. (Jeremías 51, 37)
Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido mis senderos. (Lamentaciones 3, 9)
Sofocaron mi vida en una fosa y echaron piedras sobre mí. (Lamentaciones 3, 53)
Alef. ¡Cómo, ay, se ha deslucido, el oro se ha alterado el oro mejor! Las piedras sagradas están, ay, esparcidas por las esquinas de todas las calles. (Lamentaciones 4, 1)
Se llevarán como botín tus riquezas, saquearán tus mercancías, destruirán tus murallas, demolerán tus casas suntuosas. Tus piedras, tus vigas y tus escombros los echarán al fondo de las aguas. (Ezequiel 26, 12)
Los mercaderes de Sabá y de Ramá traficaban contigo: aromas de primera calidad y toda clase de piedras preciosas y oro daban por tus mercancías. (Ezequiel 27, 22)
En Edén estabas, en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita, esmeralda; en oro estaban labrados los aretes y pinjantes que llevabas, aderezados desde el día de tu creación. (Ezequiel 28, 13)
Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego. (Ezequiel 28, 14)
Por la amplitud de tu comercio se ha llenado tu interior de violencia, y has pecado. Y yo te he degradado del monte de Dios, y te he eliminado, querubín protector, de en medio de las piedras de fuego. (Ezequiel 28, 16)
En su lugar venerará al dios de las fortalezas; venerará con oro y plata, piedras preciosas y joyas, a un dios a quien sus padres no conocieron. (Daniel 11, 38)