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Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí. (Mateo 14, 23)
Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: «Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.» (Mateo 26, 36)
Los dejó y se fue a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras. (Mateo 26, 44)
Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar. (Marcos 6, 46)
Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos, os perdone vuestras ofensas.» (Marcos 11, 25)
Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. (Lucas 6, 12)
Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. (Lucas 9, 28)
Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Señor, ensénanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos.» (Lucas 11, 1)
Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer. (Lucas 18, 1)
«Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. (Lucas 18, 10)
El sábado salimos fuera de la puerta, a la orilla de un río, donde suponíamos que habría un sitio para orar. Nos sentamos y empezamos a hablar a las mujeres que habían concurrido. (Hechos 16, 13)
Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, (Romanos 8, 26)
