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  • Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. (Efesios 5, 31)

  • En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido. (Efesios 5, 33)

  • La mujer oiga la instrucción en silencio, con toda sumisión. (I Timoteo 2, 11)

  • No permito que la mujer enseñe ni que domine al hombre. Que se mantenga en silencio. (I Timoteo 2, 12)

  • Y el engañado no fue Adán, sino la mujer que, seducida, incurrió en la transgresión. (I Timoteo 2, 14)

  • De igual manera vosotros, maridos, en la vida común sed comprensivos con la mujer que es un ser más frágil, tributándoles honor como coherederas que son también de la gracia de Vida, para que vuestras oraciones no encuentren obstáculo. (I Pedro 3, 7)

  • Pero tengo contra ti que toleras a Jezabel, esa mujer que se llama profetisa y está enseñando y engañando a mis siervos para que forniquen y coman carne inmolada a los ídolos. (Apocalipsis 2, 20)

  • tenían cabellos como cabellos de mujer, y sus dientes eran como de león; (Apocalipsis 9, 8)

  • Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; (Apocalipsis 12, 1)

  • Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. (Apocalipsis 12, 4)

  • La mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono. (Apocalipsis 12, 5)

  • Y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser allí alimentada 1.260 días. (Apocalipsis 12, 6)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina