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  • Llegó Meribbaal, hijo de Jonatán, hijo de Saúl, adonde David y cayendo sobre su rostro se postró. David le dijo: «Meribbaal», y respondió: «Aquí tienes a tu siervo.» (II Samuel 9, 6)

  • Se dio aviso a David, quien reuniendo a todo Israel pasó el Jordán y llegó a Jelam; los arameos se ordenaron en batalla frente a David y combatieron contra él. (II Samuel 10, 17)

  • David envió gente que la trajese; llegó donde David y él se acostó con ella, cuando acababa de purificarse de sus reglas. Y ella se volvió a su casa. (II Samuel 11, 4)

  • Llegó Urías donde él y David le preguntó por Joab, y por el ejército y por la marcha de la guerra. (II Samuel 11, 7)

  • Estando ellos en camino llegó a David el rumor de que Absalón había matado a todos los hijos del rey y que no había quedado ni uno solo de ellos. (II Samuel 13, 30)

  • Llegó uno que avisó a David: «El corazón de los hombres de Israel va tras de Absalón.» (II Samuel 15, 13)

  • Cuando David llegó a la cima donde se postran ante Dios, le salió al encuentro Jusay el arquita, amigo de David, con la túnica desgarrada y cubierta de polvo su cabeza. (II Samuel 15, 32)

  • Cuando el rey David llegó a Bajurim salió de allí un hombre del mismo clan que la casa de Saúl, llamado Semeí, hijo de Guerá. Iba maldiciendo mientras avanzaba. (II Samuel 16, 5)

  • Llegó Jusay el arquita, amigo de David, donde Absalón y dijo Jusay a Absalón: «¡Viva el rey, viva el rey!» (II Samuel 16, 16)

  • Llegó Jusay donde Absalón y Absalón dijo: «Ajitófel nos ha dicho esto. ¿Debemos hacer lo que dice? Si no, habla tu.» (II Samuel 17, 6)

  • Llegó la gente de Absalón a la casa, donde la mujer, y dijeron: «¿Dónde están Ajimaas y Jonatán?» La mujer respondió: «Han pasado más allá hacia el agua.» Buscaron, pero no hallaron nada y se volvieron a Jerusalén. (II Samuel 17, 20)

  • Cuando David llegó a Majanáyim, Sobí, hijo de Najás, de Rabbá de los ammonitas, y Makir, hijo de Ammiel, de Lo Debar, y Barzillay de Galaad de Roguelim, (II Samuel 17, 27)


“Pode-se manter a paz de espírito mesmo no meio das tempestades da vida”. São Padre Pio de Pietrelcina