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  • Los dragones somos yo y Amán. (Ester 10, 7)

  • Pero Amán, hijo de Hamdatá, del país de Agag, que gozaba del favor real, buscaba la ruina de Mardoqueo y de su pueblo, por el asunto de los dos eunucos del rey. (Ester 12, 6)

  • Queriendo yo saber, por medio de mis consejeros, cómo podría llevar a buen término mis intenciones, uno de ellos, distinguido entre todos por su prudencia y señalado por su inquebrantable lealtad y su firme fidelidad, segundo en el reino por su dignidad, Amán, (Ester 13, 3)

  • hemos decidido que todos los que os han sido señalados en cartas de Amán, encargado de nuestros negocios y nuestro segundo padre, sean exterminados de raíz, con sus mujeres y sus niños, por la espada de sus enemigos, sin ninguna compasión ni miramiento, el día catorce del mes doce de Adar del presente año, (Ester 13, 6)

  • Tú lo conoces todo, tú sabes, Señor, que no por insolencia, orgullo o pundonor, hice yo esto de rehusar inclinarme ante el orgulloso Amán, (Ester 13, 12)

  • Que tu sierva no ha comido a la mesa de Amán, que no he tenido a honra los regios festines, ni bebido el vino de las libaciones. (Ester 14, 17)

  • «Acuérdate, le mandó a decir, de cuando eras pequeña y recibías el alimento de mi mano. Porque Amán, el segundo después del rey, ha sentenciado nuestra muerte. (Ester 15, 2)

  • Porque, en efecto, Amán, hijo de Hamdatá, macedonio y, a la verdad, extraño a la raza de los persas y muy alejado de nuestra benevolencia, (Ester 16, 10)

  • Haréis, pues, bien no teniendo en cuenta las cartas que os ha enviado Amán, hijo de Hamdatá, (Ester 16, 17)

  • Y se alegren los que a ti se acogen, se alborocen por siempre; tú los proteges, en ti exultan los que aman tu nombre. (Salmos 5, 12)

  • ¡En ti se gocen y se alegren todos los que te buscan! Repitan sin cesar: «¡Grande es Yahveh!», los que aman tu salvación. (Salmos 40, 17)

  • Te alabaré eternamente por lo que has hecho; esperaré en tu nombre, porque es bueno con los que te aman (Salmos 52, 11)


“Se precisamos ter paciência para suportar os defeitos dos outros, quanto mais ainda precisamos para tolerar nossos próprios defeitos!” São Padre Pio de Pietrelcina