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Hijo, no prives al pobre del sustento, ni dejes en suspenso los ojos suplicantes. (Eclesiástico 4, 1)
No te dejes arrastrar por tu deseo y tu fuerza para seguir la pasión de tu corazón. (Eclesiástico 5, 2)
y tus hojas devores, y destruyas tus frutos, y te dejes a ti mismo como un tronco seco. (Eclesiástico 6, 3)
No te empeñes en llegar a ser juez, no sea que no puedas extirpar la injusticia, o te dejes influir del poderoso, y pongas un tropiezo en tu entereza. (Eclesiástico 7, 6)
No te dejes llevar por belleza de mujer, por mujer no te apasiones. (Eclesiástico 25, 21)
Tú lo sabes. Yahveh, acuérdate de mí, visítame y véngame de mis perseguidores. No dejes que por alargarse tu ira sea yo arrebatado. Sábelo: he soportado por ti el oprobio. (Jeremías 15, 15)
Y ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro. No nos dejes en la confusión, (Daniel 3, 41)
y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. (Mateo 6, 13)
y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación.» (Lucas 11, 4)
No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien. (Romanos 12, 21)
