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  • El pecador se enreda en sus propias palabras, el maldiciente y el soberbio caen a causa de ellas. (Eclesiástico 23, 8)

  • Descansa un poco, casi nada, y empieza a debatirse como en pleno día, agitado por sus propias pesadillas, como quien huye de un campo de batalla. (Eclesiástico 40, 6)

  • ni dirimir sus propias causas, ni librar al que sufre la injusticia, porque son impotentes: son como cuervos que vuelan entre el cielo y la tierra. (Baruc 6, 53)

  • Yo los contaminé con sus propias ofrendas, cuando inmolaban en el fuego a todos los primogénitos, y lo hice con el fin de inspirarles horror, para que supieran que yo soy el Señor. (Ezequiel 20, 26)

  • Las naciones sabrán que la casa de Israel fue al exilio por sus propias culpas, porque ellos se rebelaron contra mí. Entonces les oculté mi rostro, los entregué en manos de sus adversarios y todos cayeron bajo la espada. (Ezequiel 39, 23)

  • Él le respondió: "Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, (Lucas 19, 22)

  • Ustedes saben que con mis propias manos he atendido a mis necesidades y a las de mis compañeros. (Hechos 20, 34)

  • «Amigos, veo que la navegación no podrá continuar sin riesgo y sin graves pérdidas, no sólo para la carga y el barco, sino también para nuestras propias vidas». (Hechos 27, 10)

  • Al tercer día, echaron al agua con sus propias manos los aparejos del barco. (Hechos 27, 19)

  • Consideren como propias las necesidades de los santos y practiquen generosamente la hospitalidad. (Romanos 12, 13)

  • Queridos míos, no hagan justicia por sus propias manos, antes bien, den lugar a la ira de Dios. Porque está escrito: Yo castigaré. Yo daré la retribución, dice el Señor. (Romanos 12, 19)

  • La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz. (Romanos 13, 12)


“Reze, reze! Quem muito reza se salva e salva os outros. E qual oração pode ser mais bela e mais aceita a Nossa Senhora do que o Rosario?” São Padre Pio de Pietrelcina