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  • Maravillados de su hermosura, no podían menos de admirar también a los israelitas y se decían unos a otros: "¿Quién podrá despreciar a un pueblo que tiene semejantes mujeres? ¡No conviene dejar en pie ni a uno solo de sus hombres, porque los sobrevivientes serían capaces de seducir a toda la tierra!". (Judit 10, 19)

  • Poco vale un sacrificio de aroma agradable y menos aún toda la grasa ofrecida en holocausto, pero el que teme al Señor será grande para siempre. (Judit 16, 16)

  • "Todos los servidores del rey y el pueblo de las provincias del reino saben que hay una ley según la cual debe morir cualquier hombre o mujer que se presente ante el rey, en el atrio interior, sin haber sido llamado. Esto, a menos que el rey extienda hacia él su cetro de oro para perdonarle la vida. En cuanto a mí, ya hace treinta días que no he sido llamada a la presencia del rey". (Ester 4, 11)

  • ¡Si al menos se cumpliera mi pedido y Dios me concediera lo que espero! (Job 6, 8)

  • ¡Cuánto menos podría replicarle yo y aducir mis argumentos frente a él! (Job 9, 14)

  • ¡Si hubiera al menos un árbitro entre nosotros, que pusiera su mano sobre los dos, (Job 9, 33)

  • ¡cuánto menos ese ser abominable y corrompido, el hombre, que bebe como agua la iniquidad! (Job 15, 16)

  • ¡Oigan, oigan bien mis palabras, concédanme al menos este consuelo! (Job 21, 2)

  • ¡cuánto menos el hombre, ese gusano, el hijo del hombre, que es sólo una lombriz! (Job 25, 6)

  • Menos aún cuando tú dices que no lo ves, que hay un juicio pendiente ante él, y que tú lo esperas. (Job 35, 14)

  • Los hombres no son más que un soplo, los poderosos son sólo una ficción: puestos todos juntos en una balanza, pesarían menos que el viento. (Salmos 62, 10)

  • Como la multitud estaba muy excitada y había llegado al colmo de su furor, Lisímaco armó cerca de tres mil hombres e inició una violenta represión, poniendo al frente a un tal Arauno, hombre avanzado en edad no menos que en falta de juicio. (II Macabeos 4, 40)


“Você deve ter sempre prudência e amor. A prudência tem olhos; o amor tem pernas. O amor, como tem pernas, gostaria de correr a Deus. Mas seu impulso de deslanchar na direção dEle é cego e, algumas vezes, pode tropeçar se não for guiado pela prudência, que tem olhos.” São Padre Pio de Pietrelcina