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  • Que tu mano se alce contra tus adversarios y sean extirpados todos tus enemigos. (Miqueas 5, 8)

  • Las naciones verán y se avergonzarán de todo su poderío; se taparán la boca con la mano y quedarán sordos sus oídos. (Miqueas 7, 16)

  • Te has saciado de ignominia, no de gloria; ¡bebe tú también y muestra tu prepucio! El cáliz de la mano del Señor se volverá sobre ti, y tu gloria se convertirá en ignominia. (Habacuc 2, 16)

  • Extenderé mi mano contra Judá y contra todos los habitantes de Jerusalén; extirparé de este lugar todo lo que queda de Baal, el nombre de sus ministros y a los sacerdotes junto con ellos. (Sofonías 1, 4)

  • Él extenderá su mano contra el Norte y hará desaparecer a Asiria; convertirá a Nínive en una desolación, en una tierra árida como el desierto. (Sofonías 2, 13)

  • Así quedará la ciudad feliz, la que vivía segura y decía en su corazón: "¡Yo, y nadie más que yo!". ¿Cómo es que se ha convertido en una desolación, en un refugio de animales? Todos los que pasan junto a ella, silban y hacen gestos con la mano. (Sofonías 2, 15)

  • Yo levanté los ojos, y tuve una visión: Había un hombre que tenía en la mano una cuerda de medir. (Zacarías 2, 5)

  • ¡Sí, yo levanto mi mano contra ellos, y serán despojados por sus mismos esclavos! ¡Así ustedes sabrán que me ha enviado el Señor de los ejércitos! (Zacarías 2, 13)

  • Así habla el Señor de los ejércitos: Los ancianos y las ancianas se sentarán de nuevo en las plazas de Jerusalén, cada uno con su bastón en la mano, a causa de sus muchos años. (Zacarías 8, 4)

  • ¡Despierta, espada, contra mi pastor y contra el hombre que me acompaña! -oráculo del Señor de los ejércitos-. Hiere al pastor y que se dispersen las ovejas, y yo volveré mi mano contra los pequeños. (Zacarías 13, 7)

  • Aquel día, cundirá entre ellos un pánico enorme enviado por el Señor; cada uno agarrará la mano de su compañero y levantarán la mano unos contra otros. (Zacarías 14, 13)

  • Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible». (Mateo 3, 12)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina