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y tu paladar como un vino delicioso, que corre suavemente hacia el amado, fluyendo entre los labios y los dientes! (Cantar 7, 10)
él reserva sus palabras hasta el momento oportuno, y los labios de muchos proclamarán su inteligencia. (Eclesiástico 1, 24)
El enemigo tiene miel en los labios, pero por dentro piensa cómo arrojarte en la fosa. El enemigo tiene lágrimas en los ojos, pero, llegada la ocasión, no habrá sangre que lo sacie. (Eclesiástico 12, 16)
No cabe la alabanza en labios del pecador, porque el Señor no se la envía: (Eclesiástico 15, 9)
La conversación del necio es como una carga para el viajero, pero los labios del inteligente causan deleite. (Eclesiástico 21, 16)
Los labios de los charlatanes hablan sólo de oídas, pero los prudentes pesan bien sus palabras. (Eclesiástico 21, 25)
¡Quién le pusiera a mi boca un centinela y a mis labios un sello de discreción, para que yo no caiga a causa de ellos y mi lengua no me lleve a la ruina! (Eclesiástico 22, 27)
¡Señor, Padre y Dueño de mi vida, no me abandones al capricho de mis labios ni me dejes caer por culpa de ellos! (Eclesiástico 23, 1)
¿Estás sentado a la mesa de un grande? No digas, relamiéndote los labios: "¡Cuántas cosas hay aquí!". (Eclesiástico 31, 12)
Los labios bendicen al que sirve bien de comer y el testimonio de su generosidad es digno de fe. (Eclesiástico 31, 23)
Si en sus labios hay bondad y dulzura, su marido ya no es más uno de tantos hombres. (Eclesiástico 36, 23)
El que es sabio de labios para afuera, se hace odioso y acabará sin tener qué comer: (Eclesiástico 37, 20)
