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Miqueas replicó: "Si tú regresas victorioso, quiere decir que el Señor no ha hablado por mi boca". (I Reyes 22, 28)
y dio esta orden a Jilquías, el sacerdote, a Ajicám, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Miqueas, a Safán, el secretario, y a Asaías, el servidor del rey: (II Reyes 22, 12)
El tercer año de su reinado envió a sus oficiales Ben Jáil, Abdías, Zacarías, Natanael y Miqueas, para que enseñaran en las ciudades de Judá. (II Crónicas 17, 7)
El rey de Israel dijo a Josafat: "Si, queda todavía un hombre por cuyo intermedio se podría consultar al Señor. Pero yo lo detesto, porque nunca me vaticina nada bueno, sino sólo desgracias: es Miqueas, hijo de Imlá". "No hable el rey de esa manera", replicó Josafat. (II Crónicas 18, 7)
Entonces el rey de Israel llamó a un eunuco y ordenó: "Que venga en seguida Miqueas, hijo de Imlá". (II Crónicas 18, 8)
El mensajero que había ido a llamar a Miqueas le dijo: "Mira que las palabras de los profetas anuncian a una sola voz buena fortuna para el rey. Habla tú también como uno de ellos, y anuncia la victoria". (II Crónicas 18, 12)
Pero Miqueas replicó: "¡Por la vida del Señor, sólo diré lo que mi Dios me diga!". (II Crónicas 18, 13)
Cuando se presentó al rey, este le dijo: "Miqueas, ¿podemos ir a combatir contra Ramot de Galaad, o debo desistir?". Él le respondió: "Sube y triunfarán; ellos serán entregados en manos de ustedes". (II Crónicas 18, 14)
Miqueas dijo entonces: "He visto a todo Israel disperso por las montañas, como ovejas sin pastor. El Señor ha dicho: Estos ya no tienen dueño; vuélvase cada uno a su casa en paz". (II Crónicas 18, 16)
Miqueas siguió diciendo: "Por eso, escuchen la palabra del Señor: Yo vi al Señor sentado en su trono, y todo el Ejército de los cielos estaba de pie a su derecha y a su izquierda. (II Crónicas 18, 18)
Sedecías, hijo de Canaaná, se acercó a Miqueas y le dio una bofetada, diciendo: "¿Por dónde se me escapó el espíritu del Señor para hablarte a ti?". (II Crónicas 18, 23)
Miqueas repuso: "Eso lo verás el día en que vayas de una habitación a otra para esconderte". (II Crónicas 18, 24)