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  • La tomó, así como a todos los pueblos que dependían de ella. Pasó a cuchillo a su rey y habitantes, consagrándolos en anatema, sin perdonar a nadie. Dabir y su rey recibieron el mismo castigo que Hebrón y Libna. (Josué 10, 39)

  • Nadie quedó con vida, y en seguida quemaron la ciudad. Josué tomó todas las ciudades de estos reyes y a todos sus reyes y los consagró en anatema, según se lo había ordenado Moisés, servidor de Yavé. (Josué 11, 12)

  • Otoniel, hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb, tomó la ciudad; éste le dio por esposa a su hija Axa. (Josué 15, 17)

  • Fue Otoniel quien tomó la ciudad; ése era hijo de Quenaz y hermano menor de Caleb, el cual le dio por esposa a su hija Axá. (Jueces 1, 13)

  • Eglón se unió a los amonitas y los amalecitas; luego se puso en marcha y derrotó a Israel y tomó la ciudad de las Palmeras. (Jueces 3, 13)

  • Y el rey se levantó de su silla. Entonces Ehud, con su mano izquierda, tomó el puñal que llevaba sobre el muslo derecho y se lo hundió en el vientre. (Jueces 3, 21)

  • Entonces la mujer tomó un martillo y una estaca de la tienda, se acercó a él despacito y le clavó en la cabeza la estaca, que se fijó en la tierra. (Jueces 4, 21)

  • Llevó una mano a la estaca y con su derecha tomó el martillo de los obreros. (Jueces 5, 26)

  • Gedeón se fue y preparó un cabrito, tomó una medida de harina, con la que hizo pan sin levadura; puso el caldo en una olla y la carne en un canasto y fue a presentárselo debajo del árbol. (Jueces 6, 19)

  • El los persiguió, los tomó prisioneros y dispersó a todo su ejército. (Jueces 8, 12)

  • Tomó entonces a los jefes de la ciudad y con espinas y cardos del desierto castigó a esa gente de Sucot. (Jueces 8, 16)

  • Zebaj y Salmuná dijeron entonces: «Levántate tú y mátanos, porque, según es el hombre, es su valentía.» Gedeón se levantó y los mató a los dos, y tomó para sí los adornos que sus camellos llevaban al cuello. (Jueces 8, 21)


“Onde não há obediência, não há virtude. Onde não há virtude, não há bem, não há amor; e onde não há amor, não há Deus; e sem Deus não se chega ao Paraíso. Tudo isso é como uma escada: se faltar um degrau, caímos”. São Padre Pio de Pietrelcina