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al provocarme con las cosas que hacen sus manos o quemando incienso a dioses extranjeros en este suelo de Egipto a donde se han venido a instalar. Así cooperan ustedes mismos a su propia ruina y hacen que todo el mundo los maldiga y se ría de ustedes. (Jeremías 44, 8)
porque sé que no me escucharán; es un pueblo de cabeza dura. Pero en el país de su destierro entrarán en sí mismos (Baruc 2, 30)
A la verdad, los dioses de ellos tienen puestas en la cabeza coronas de oro; oro que, después, juntamente con la plata, les arrebatan los sacerdotes a fin de gastarlo para sí mismos (Baruc 6, 9)
Encienden también delante de ellos lámparas, incluso más numerosas que para sí mismos, pero no pueden ver ninguna de ellas; (Baruc 6, 18)
Por eso, si caen a tierra no se levantan por sí mismos; ni por sí mismos se echarán a andar si alguno los pone de pie; y les tienen que poner delante las ofrendas como a los muertos. (Baruc 6, 26)
Incluso los mismos caldeos los desprecian. Cuando ven que uno no puede hablar, porque es mudo, lo presentan a Bel, rogándole que lo haga hablar; como si fuera capaz de entender. (Baruc 6, 40)
Los artífices mismos de los ídolos duran poco tiempo; ¿podrán, pues, ser dioses las cosas que ellos mismos se fabrican? (Baruc 6, 46)
No se librarán de ladrones ni de salteadores esos dioses de madera y de piedra, dorados y plateados; seguramente aquéllos pueden más que ellos, y les quitarán el oro, y la plata, y el vestido de que están cubiertos, y se marcharán sin que los ídolos puedan defenderse a sí mismos. (Baruc 6, 57)
Al ver que la púrpura y escarlata se apolillan sobre ellos, conocerán claramente que no son dioses. Ellos mismos son devorados al fin por la polilla, y pasan a ser la vergüenza de su país. (Baruc 6, 71)
Los sobrevivientes se acordarán de mí en medio de las naciones en las que yo quiero que sean prisioneros; romperé su corazón adúltero que se alejó de mí, y sus ojos adúlteros que miraban a los ídolos, tendrán vergüenza de sí mismos por todo el mal que hicieron y por los horrores que cometieron. (Ezequiel 6, 9)
Eran los mismos seres que había visto debajo del Dios de Israel junto al río Quebar, y reconocí que eran querubines. (Ezequiel 10, 20)
Entonces se acordarán de su conducta y de todo lo que los volvió impuros, se avergonzarán de ustedes mismos y de todas sus malas acciones. (Ezequiel 20, 43)