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  • Lo mismo ocurre con la fe: si no produce obras, muere solita. (Carta de Santiago 2, 17)

  • Lo mismo pasó con Rahab, la prostituta: fue admitida entre los justos por sus obras, por haber dado hospedaje a los espías y porque los hizo partir por otro camino. (Carta de Santiago 2, 25)

  • Lo mismo ocurre con los barcos: con un pequeño timón el piloto los maneja como quiere, por grandes que sean, aun bajo fuertes vientos. (Carta de Santiago 3, 4)

  • al tener ya ahora eso mismo que pretende la fe, la salvación de sus almas. (1º Carta de Pedro 1, 9)

  • Estaban preparando lo que mantiene a los ángeles en suspenso, y que ahora les ha sido anunciado por los evangelizadores de ustedes, al mismo tiempo que el Espíritu Santo les era enviado desde el cielo. Y les fue revelado que todo esto sería, no para ellos, sino para ustedes. (1º Carta de Pedro 1, 12)

  • Finalmente, tengan todos un mismo sentir, compartan las preocupaciones de los demás con amor fraterno, sean compasivos y humildes. (1º Carta de Pedro 3, 8)

  • Del mismo modo ahora la palabra de Dios es la que conserva nuestro cielo y nuestra tierra, pero serán destruidos por el fuego el día del Juicio, cuando los impíos también sean destruidos. (2º Carta de Pedro 3, 7)

  • Lo mismo hizo con los ángeles que no mantuvieron su dignidad y abandonaron su propia morada: Dios los encerró en cárceles eternas, en profundas tinieblas, hasta que llegue el gran día del Juicio. (2º Carta de Pedro 3, 6)

  • En cambio, si caminamos en la luz, lo mismo que él está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, el Hijo de Dios, nos purifica de todo pecado. (1º Carta de Juan 1, 7)

  • Esta es la promesa que él mismo prometió, y que es la vida eterna. (1º Carta de Juan 2, 25)

  • En cambio, si un inspirado no reconoce a Jesús, ese espíritu no es de Dios; es el mismo espíritu del Anticristo. Han oído que vendría un anticristo: pues bien, ya está en el mundo. (1º Carta de Juan 4, 3)

  • el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres coinciden en lo mismo. (1º Carta de Juan 5, 8)


“É necessário manter o coração aberto para o Céu e aguardar, de lá, o celeste orvalho.” São Padre Pio de Pietrelcina