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Multiplicaré la descendencia de David, mi servidor, y de los levitas, para que continúen en mi servicio, como el ejército de los cielos que no se puede contar, o como la arena del mar que no se puede calcular. (Jeremías 33, 22)
en ese caso ¡tampoco me preocuparé de la familia de Jacob y de David, mi servidor, ni tomaré más de entre sus descendientes a quienes gobiernen la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob; pues quiero que vuelvan de su cautiverio y demostrarles así compasión. (Jeremías 33, 26)
Pues bien, así dice Yavé a propósito de Joaquim, rey de Judá: No tendrá quien le suceda en el trono de David, y su propio cadáver quedará tirado, expuesto al calor del día y al frío de la noche. (Jeremías 36, 30)
Alisten las naciones para el ataque, el rey de Media, sus gobernadores, todos sus jefes y todos los países que están bajo su imperio. (Jeremías 51, 28)
Pondré a la cabeza de ellas a un pastor único para que se preocupe de ellas, a mi servidor David. El será su pastor. (Ezequiel 34, 23)
Yo, Yavé, seré su Dios, y mi servidor David, su príncipe. (Ezequiel 34, 24)
Sobre ellos reinará mi servidor David, y tendrán todos un solo pastor. Entonces caminarán según mis mandamientos, observarán mis leyes y las pondrán en práctica. (Ezequiel 37, 24)
Vivirán en esa tierra que di a mi servidor Jacob, esa tierra en que han vivido. Vivirán en ella para siempre, ellos y sus hijos y los hijos de sus hijos; y mi servidor David será su príncipe para siempre. (Ezequiel 37, 25)
A ti, ¡oh, rey!, el más poderoso entre todos los reyes, Dios te ha dado el reino, el imperio, el poder y la gloria. Los hombres, los animales y los pájaros, dondequiera que habiten, los ha puesto Dios bajo tu mano. Dios te ha hecho su soberano y, por eso, la cabeza de oro eres tú. (Daniel 2, 38)
¡Qué grandes son sus prodigios, qué poderosos sus milagros! Su reino es un reino eterno, su imperio abarca a todas las generaciones. (Daniel 3, 100)
este árbol eres tú, oh rey, cuyo poder ha crecido llegando hasta el cielo y cuyo imperio se extiende hasta los confines de la tierra (Daniel 4, 19)
Estas palabras estaban aún en la boca del rey, cuando bajó del cielo una voz ««Rey Nabucodonosor, a ti te hablo. Se te acabó el imperio (Daniel 4, 28)