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Al llegar a Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia, por los apóstoles y los presbíteros, y les expusieron todo lo que Dios había hecho por medio de ellos. (Hecho de los Apóstoles 15, 4)
Toda la asamblea guardó silencio y escucharon a Bernabé y a Pablo, que contaron las señales milagrosas y prodigios que Dios había realizado entre los paganos a través de ellos. (Hecho de los Apóstoles 15, 12)
Se quedaron allí algún tiempo, y los hermanos los despidieron en paz para volver a la comunidad que los había enviado. (Hecho de los Apóstoles 15, 33)
pero Pablo consideraba que no debían llevar consigo a quien los había abandonado en Panfilia, cuando debía haber compartido sus trabajos. (Hecho de los Apóstoles 15, 38)
Pablo se dirigió a Derbe, y después a Listra. Había allí un discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía que había abrazado la fe, y de padre griego; (Hecho de los Apóstoles 16, 1)
Pablo quiso llevarlo consigo y de partida lo circuncidó, pensando en los judíos que había por aquellos lugares, pues todos sabían que su padre era griego. (Hecho de los Apóstoles 16, 3)
Los había llevado a su casa; allí preparó la mesa e hicieron fiesta con todos los suyos por haber creído en Dios. (Hecho de los Apóstoles 16, 34)
Pablo se quedó en Corinto todavía por bastante tiempo. Después se despidió de los hermanos y se embarcó para Siria, acompañado por Priscila y Aquila. Había hecho un voto, y solamente en el puerto de Cencreas se cortó el pelo. (Hecho de los Apóstoles 18, 18)
Un judío llamado Apolo, natural de Alejandría, había llegado a Efeso. Era un orador elocuente y muy entendido en las Escrituras. (Hecho de los Apóstoles 18, 24)
Le habían enseñado algo del camino del Señor, y hablaba con mucho entusiasmo. Enseñaba en forma acertada lo referente a Jesús, aunque sólo se había quedado con el bautismo de Juan. (Hecho de los Apóstoles 18, 25)
Como pensaba pasar por Acaya, los hermanos lo alentaron y escribieron a los discípulos para que lo recibieran. De hecho, cuando llegó, ayudó muchísimo a los que la gracia de Dios había llevado a la fe, (Hecho de los Apóstoles 18, 27)
hasta tal punto que imponían a los enfermos pañuelos o ropas que él había usado, y mejoraban. También salían de ellos los espíritus malos. (Hecho de los Apóstoles 19, 12)
