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  • Y del mismo modo que el pecado estableció su reinado de muerte, así también debía reinar la gracia y, después de restablecernos en la amistad con Dios, nos llevará a la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor. (Carta a los Romanos 5, 21)

  • ¿Qué conclusión sacaremos? ¿Continuaremos pecando para que la gracia venga más abundante? ¡Por supuesto que no! (Carta a los Romanos 6, 1)

  • El pecado ya no los volverá a dominar, pues no están bajo la Ley, sino bajo la gracia. (Carta a los Romanos 6, 14)

  • Díganme: el hecho de que ya no estemos bajo la Ley sino bajo la gracia, ¿nos autoriza a pecar? Claro que no. (Carta a los Romanos 6, 15)

  • Lo mismo ocurre ahora: queda un resto escogido por pura gracia. (Carta a los Romanos 11, 5)

  • Yo digo por gracia, y no porque cumplían. De otra manera la gracia no sería gracia. (Carta a los Romanos 11, 6)

  • La gracia que Dios me ha dado me autoriza a decirles a todos y cada uno de ustedes que actúen, pero no estorben. Que cada uno actúe sabiamente según la capacidad que Dios le ha entregado. (Carta a los Romanos 12, 3)

  • El Dios de la paz aplastará pronto a Satanás y lo pondrá bajo sus pies. La gracia de Cristo Jesús, nuestro Señor, esté con ustedes. (Carta a los Romanos 16, 20)

  • Doy gracias sin cesar a mi Dios por ustedes y por la gracia de Dios que les ha sido otorgada en Cristo Jesús, (1º Carta a los Corintios 1, 4)

  • Por gracia de Dios ustedes están en Cristo Jesús. El ha pasado a ser sabiduría nuestra venida de Dios, y nuestro mérito y santidad, y el precio de nuestra libertad. (1º Carta a los Corintios 1, 30)

  • Me gustaría que todos fueran como yo; pero cada uno recibe de Dios su propia gracia, unos de una manera y otros de otra. (1º Carta a los Corintios 7, 7)

  • Sin embargo, por la gracia de Dios soy lo que soy y el favor que me hizo no fue en vano; he trabajado más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo. (1º Carta a los Corintios 15, 10)


“Quando ofendemos a justiça de Deus, apelamos à Sua misericórdia. Mas se ofendemos a Sua misericórdia, a quem podemos apelar? Ofender o Pai que nos ama e insultar quem nos auxilia é um pecado pelo qual seremos severamente julgados.” São Padre Pio de Pietrelcina