Trouvé 63 Résultats pour: Riqueza

  • Hay otra mala suerte que ví bajo el sol: la riqueza que uno guardó para su propia desgracia. (Eclesiastés (Qohelet) 5, 12)

  • Perdió esa riqueza en un mal negocio, tiene un hijo y no tiene qué dejarle. (Eclesiastés (Qohelet) 5, 13)

  • Alguien recibió de Dios fortuna, riqueza y honores: nada faltó de todo lo que pudo desear. Pero Dios no le concede disfrutar de ello, y es otro el que lo aprovecha. Esta es otra cosa muy mala y que no se puede justificar. (Eclesiastés (Qohelet) 6, 2)

  • ¿De qué nos sirvió nuestro orgullo? ¿De qué nos valió la riqueza de la que tanto nos enorgullecíamos? (Sabiduría 5, 8)

  • La preferí a los cetros y a los tronos, y estime en nada la riqueza al lado de ella. (Sabiduría 7, 8)

  • Estudié de manera desinteresada, por eso la comparto sin segundas intenciones: es una riqueza que no esconderé. (Sabiduría 7, 13)

  • Si lo que se desea en el mundo es la riqueza, ¿acaso hay riqueza más grande que la Sabiduría, que todo lo realiza? (Sabiduría 8, 5)

  • se adquiere una alegría superior gracias a su amistad, una riqueza perdurable gracias a sus desvelos, la inteligencia cuando se ejercita en entenderla, y la fama en las conversaciones con ella. Salí pues en su busca para traerla a mi casa. (Sabiduría 8, 18)

  • No te sientas seguro con tu riqueza ni pienses: "¡Me basto a mí mismo!" (Sirácides (Eclesiástico) 5, 1)

  • Una nación pierde el poder y lo deja en manos de otra debido a la injusticia, la violencia y la riqueza. (Sirácides (Eclesiástico) 10, 8)

  • Prosperidad y mala suerte, vida y muerte, pobreza y riqueza, todo viene del Señor. (Sirácides (Eclesiástico) 11, 14)

  • La riqueza es buena cuando es sin pecado. Pero, según el impío, la pobreza es el mal. (Sirácides (Eclesiástico) 13, 24)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina