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David consultó a Yavé si iba o no a luchar con los filisteos. La respuesta fue: «Anda, pues derrotarás a los filisteos y librarás a Queilá.» (1 Samuel 23, 2)
Oh Yavé, dígnate descubrírmelo.» La respuesta fue: «Sí.» (1 Samuel 23, 11)
Y David insistió: «¿Es cierto que las autoridades de Queilá nos entregarán a Saúl?» La respuesta fue: «Sí, te entregarán a ti y a tus hombres.» (1 Samuel 23, 12)
Después de esto, David consultó a Yavé: «¿Debo subir a una de las ciudades de Judá?» La respuesta fue: «Sube.» David preguntó: «¿A cuál subiré?» La respuesta fue: «A Hebrón.» (2 Samuel 2, 1)
entonces, con mayor razón, dará también la respuesta que pueda traernos la paz. Pues él es como el ángel de Dios para comprender el bien y el mal. Que Yavé, tu Dios, sea contigo.» (2 Samuel 14, 17)
En tiempo del rey David hubo una gran hambre que duró tres años seguidos. David hizo la consulta a Yavé, y la respuesta fue: «Hay una maldición sobre Saúl y su descendencia, porque mató a los gabaonitas.» (2 Samuel 21, 1)
¿Quieres que el pueblo sufra hambre durante tres años?, ¿o bien prefieres tener que huir durante tres meses ante tus enemigos?, ¿o deseas que el país sea asolado por la peste durante tres días? Ahora piénsalo bien, pues debo llevar tu respuesta al que me envió.» (2 Samuel 24, 13)
Salomón, en respuesta, exclamó: «Si se porta como un hombre honrado, no caerá en tierra ni uno solo de sus cabellos; pero si comete alguna falta, morirá.» (1 Reyes 1, 52)
Entró Banaías en la Tienda de Yavé y le dijo: «El rey manda que salgas fuera.» Joab se negó y declaró: «Aquí moriré.» Banaías llevó la respuesta al rey, diciendo: «Esto he dicho a Joab y esto es lo que me ha respondido.» (1 Reyes 2, 30)
Y aquellos jóvenes, sus compañeros, le dictaron esta respuesta, para que el rey la diera al pueblo: «Con mi dedo meñique golpeo mucho más fuerte que mi padre con su brazo. (1 Reyes 12, 10)
Tomaron el novillo, lo prepararon y estuvieron rogando desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: «Baal, respóndenos.» Pero no se oyó ni una respuesta, y danzaban junto al altar que habían hecho. (1 Reyes 18, 26)
Pasado el mediodía cayeron en trance hasta la hora en que se ofrecen los sacrificios de la tarde, pero no se escuchó a nadie que les diera una respuesta o una señal de aceptación. (1 Reyes 18, 29)
