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Así pasó con los antiguos habitantes de tu Tierra Santa: (Sabiduría 12, 3)
Aunque no hubiera nada que temer, el simple paso de un animal o el silbido de una serpiente bastaba para aterrorizarlos; se morían en convulsiones de miedo, no atreviéndose a mirar ese aire que nos rodea y del cual nadie podría huir. (Sabiduría 17, 9)
Se vio a una nube que cubría el campamento con su sombra y que aparecía la tierra seca en medio del agua; se abrió en el Mar Rojo un paso seguro, una verde llanura reemplazó a las olas impetuosas, (Sabiduría 19, 7)
y todo el pueblo pasó por allí. Protegido por tu mano, fueron testigos de esos prodigios asombrosos. (Sabiduría 19, 8)
Fue como si los diferentes elementos del mundo intercambiaran sus propiedades, igual como en la cítara la alternancia de los sonidos cambia el ritmo, conservando sin embargo cada nota su propia tonalidad. Y si se examinan los hechos, eso fue justamente lo que pasó. (Sabiduría 19, 18)
Recuerden lo que les pasó a sus antepasados: ¿quién confió en el Señor y se arrepintió de haberlo hecho? ¿Quién perseveró en su temor y fue abandonado? ¿Quién lo llamó y no fue escuchado? (Sirácides (Eclesiástico) 2, 10)
No digas: "¡Pequé y no me pasó nada!" El Señor se toma todo su tiempo. (Sirácides (Eclesiástico) 5, 4)
que sale a cazarla y acecha su paso; (Sirácides (Eclesiástico) 14, 22)
Quiero exponer paso a paso la doctrina y tranmirtir cuidadosamente el saber. (Sirácides (Eclesiástico) 16, 25)
¿Quién pasó por este examen y fue reconocido sin fallas? Puede sentirse orgulloso de eso. ¿Quién tuvo los medios para pecar y no cometió falta, quién podía hacer el mal y no lo hizo? (Sirácides (Eclesiástico) 31, 10)
Tu les mostraste tu santidad en todo lo que nos pasó, hazles ahora ver tu grandeza actuando en medio de ellas. (Sirácides (Eclesiástico) 36, 3)
Por esto Yavé se enojó con su pueblo y levantó su mano para pegarle; los cerros se estremecieron y los cadáveres quedaron tirados esparcidos como la basura en las calles. Pero no se le pasó el enojo, pues siguió con su mano levantada. (Isaías 5, 25)
