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  • Construyeron el altar en el mismo lugar, a pesar del miedo que tenían de la gente del país, y ofrecieron en él víctimas consumidas por el fuego, sacrificio de la mañana y de la tarde. (Esdras 3, 3)

  • Celebraron la fiesta de los Tabernáculos, como está escrito, y ofrecieron cada día víctimas consumidas por el fuego, según el rito establecido. (Esdras 3, 4)

  • Los judíos que habían vuelto del destierro ofrecieron sacrificios al Dios de Israel: doce novillos por todo Israel, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos y doce machos cabríos por el pecado. Todo como víctimas quemadas a Yavé. (Esdras 8, 35)

  • éstos se comprometieron bajo juramento a despedir a sus mujeres y ofrecieron por su pecado un carnero en sacrificio de reparación. (Esdras 10, 19)

  • El pueblo bendijo a todos los hombres que se ofrecieron voluntariamente para habitar en Jerusalén. (Nehemías 11, 2)

  • Aquel día se ofrecieron grandes sacrificios y la gente se entregó a la diversión, pues Dios les había concedido una gran alegría; también las mujeres y los niños participaron en la fiesta. La bulla de Jerusalén se oía desde lejos. (Nehemías 12, 43)

  • Cuando llegaron a Jerusalén, adoraron a Dios y, después de que se purificó el pueblo, le ofrecieron sacrificios, ofrendas y regalos. (Judit 16, 18)

  • Muchos le ofrecieron matrimonio, pero no aceptó a nadie desde que murió su esposo Manasés, y fue a reunirse con su pueblo. (Judit 16, 22)

  • Sus hermanos y todos los que habían seguido a su padre le ofrecieron su apoyo y continuaron con entusiasmo la guerra. (1 Macabeos 3, 2)

  • y ofrecieron el sacrificio señalado por la Ley en el nuevo altar de los holocaustos que habían construido. (1 Macabeos 4, 53)

  • Durante ocho días celebraron la consagración del altar, ofrecieron holocaustos con mucho entusiasmo y celebraron un sacrificio de comunión y alabanza. (1 Macabeos 4, 56)

  • Subieron al monte Sión, alegres y muy contentos, y ofrecieron holocaustos por haber regresado felizmente y sin haber perdido a ninguno de los suyos. (1 Macabeos 5, 54)


“Para consolar uma alma na sua dor, mostre-lhe todo o bem que ela ainda pode fazer.” São Padre Pio de Pietrelcina