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  • Porque me parece que a nosotros, los apóstoles, Dios nos ha colocado en el último lugar, como condenados a muerte; somos un espectáculo divertido para el mundo, para los ángeles y para los hombres. (1º Carta a los Corintios 4, 9)

  • Fíjense bien: cada vez que comen de este pan y beben de esta copa están proclamando la muerte del Señor hasta que venga. (1º Carta a los Corintios 11, 26)

  • Un hombre trajo la muerte, y un hombre también trae la resurrección de los muertos. (1º Carta a los Corintios 15, 21)

  • y el último de los enemigos sometidos será la muerte. (1º Carta a los Corintios 15, 26)

  • Porque es necesario que nuestro ser mortal y corruptible se revista de la vida que no conoce la muerte ni la corrupción. (1º Carta a los Corintios 15, 53)

  • Cuando nuestro ser corruptible se revista de su forma inalterable y esta vida mortal sea absorbida por la immortal, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: ¡Qué victoria tan grande! La muerte ha sido devorada. (1º Carta a los Corintios 15, 54)

  • ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? (1º Carta a los Corintios 15, 55)

  • El aguijón de la muerte es el pecado, y la Ley lo hacía más poderoso. (1º Carta a los Corintios 15, 56)

  • Sentimos en nosotros una sentencia de muerte, pero eso fue sólo para que no confiáramos en nosotros mismos, sino en Dios, que resucita a los muertos. (2º Carta a los Corintios 1, 9)

  • El nos libró de ese peligro de muerte tan grande, y nos seguirá protegiendo. En él hemos puesto nuestra esperanza y seguirá amparándonos, (2º Carta a los Corintios 1, 10)

  • Para los que se pierden es olor de muerte que lleva a la muerte; para los que se salvan, fragancia de vida que conduce a la vida. Pero ¿quién está a la altura de esta misión? (2º Carta a los Corintios 2, 16)

  • Incluso nos ha hecho encargados de una nueva alianza, que ya no es cosa de escritos, sino del Espíritu. Porque lo escrito da muerte, mientras que el Espíritu da vida. (2º Carta a los Corintios 3, 6)


“Recorramos a Jesus e não às pessoas, pois só ele nunca nos faltará.” São Padre Pio de Pietrelcina