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"Por favor, perdona el crimen de tus hermanos y el pecado que cometieron cuando te trataron mal. Ahora debes perdonar su crimen a los servidores del Dios de tu padre."» José, al oír este mensaje, se puso a llorar. (Génesis 50, 17)
Sus hermanos vinieron y se echaron a sus pies, diciendo: «Aquí nos tienes, somos tus esclavos.» (Génesis 50, 18)
José dijo a sus hermanos: «Yo voy a morir, pero tengan la plena seguridad de que Dios los visitará y los hará subir de este país a la tierra que juró dar a Abraham, Isaac y Jacob.» (Génesis 50, 24)
Murió José, y también sus hermanos y toda aquella generación, (Exodo 1, 6)
Tiempo después, siendo Moisés ya mayor, se preocupó por sus hermanos y entonces fue cuando comprobó sus penosos trabajos. Le tocó ver cómo un egipcio golpeaba a un hebreo, a uno de sus hermanos. (Exodo 2, 11)
Moisés, pues, volvió a casa de su suegro Jetró y le dijo: «Yo quisiera irme donde mis hermanos, en Egipto, para saber si están vivos todavía.» Jetró le respondió: «Que te vaya bien.» (Exodo 4, 18)
El les dijo: «Esta es orden de Yavé, el Dios de Israel: Colóquense cada uno su espada al costado y pasen y repasen por el campamento, de una entrada a la otra; y no vacilen en matar a sus hermanos, compañeros y familiares.» (Exodo 32, 27)
Moisés llamó a Misael y Elisafam, hijos de Oziel, tío paterno de Aarón, y les dijo: «Acérquense y no dejen a sus hermanos delante del santuario, sino que llévenselos fuera del campamento.» (Levítico 10, 4)
Entonces Moisés dijo a Aarón y a sus hijos Eleazar e Itamar: «No lleven la cabeza cubierta ni rasguen sus vestiduras en señal de duelo, no sea que mueran ustedes y el castigo se extienda a toda la comunidad. Más bien son sus hermanos, toda la gente de Israel, quienes harán duelo por el fuego de Yavé. (Levítico 10, 6)
excepto por sus parientes más próximos, por su madre, su padre, sus hijos, sus hijas o sus hermanos. (Levítico 21, 2)
El sacerdote que ha sido puesto más alto que sus hermanos, sobre cuya cabeza se ha derramado el óleo de unción, y que ha sido consagrado para revestir las vestiduras, en ningún caso tendrá su cabellera suelta ni rasgará sus vestidos. (Levítico 21, 10)
y los dejarán en herencia a sus hijos después de ustedes como propiedad para siempre. Pero tratándose de tus hermanos israelitas, no actuarás en forma tiránica, sino que los tratarás como a tus hermanos. (Levítico 25, 46)