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El rey estaba hablando con Guejazí, el muchacho del hombre de Dios, y le decía: «Cuéntame todas las cosas maravillosas que ha hecho Eliseo.» (2 Reyes 8, 4)
Pero él les mandó una segunda carta, que decía: «Si son de mi partido y de los que me obedecen, tomen las cabezas de los hijos del rey, su señor, y vengan mañana a conversar conmigo a estas horas en Jezrael.» Los hijos del rey eran setenta y se criaban en las casas de las familias más importantes de la ciudad. (2 Reyes 10, 6)
Al escuchar lo que decía el libro, el rey rasgó sus vestidos (2 Reyes 22, 11)
David se decía: «Mi hijo Salomón es todavía un joven delicado y la casa que ha de edificar para Yavé debe ser extraordinariamente grandiosa, para que se hable de ella y sea famosa en todos los países. Así que yo le haré los preparativos.» Así, pues, David hizo grandes preparativos antes de su muerte. (1 Crónicas 22, 5)
Y decía también: «Bendito Yavé, Dios de Israel, que ha hecho los cielos y la tierra y ha dado al rey David un hijo sabio, entendido y prudente, digno de edificar la Casa de Yavé y la Casa real. (2 Crónicas 2, 11)
Salomón hizo subir a la hija del faraón desde la ciudad de David a la casa que había edificado para ella; pues se decía: «No puedo dejar a una mujer en la casa de David, rey de Israel; porque los lugares donde ha estado el Arca de Yavé son sagrados.» (2 Crónicas 8, 11)
Pero la palabra de Yavé fue dirigida a Semaías, hombre de Dios. Le decía: (2 Crónicas 11, 2)
Sedecías, hijo de Kenaná, se había hecho unos cuernos de hierro y decía: «Así dice Yavé: Con esto acometerás a Aram hasta acabar con ellos.» (2 Crónicas 18, 10)
Le llegó un escrito de parte del profeta Elías que decía: «Así dice Yavé, el Dios de tu padre David: No has seguido los caminos de tu padre Josafat, ni los caminos de Asá, rey de Judá, (2 Crónicas 21, 12)
Ofrecía sacrificios a los dioses de Damasco que lo habían derrotado, pues se decía: «Los dioses de los reyes de Aram los ayudan a ellos; les ofreceré, pues, sacrificios y me ayudarán a mí.» Ellos fueron la causa de su ruina y la de todo Israel. (2 Crónicas 28, 23)
Se burlaba de los judíos y decía delante de sus hermanos y de los señores de Samaria: «¿Qué pretenden hacer esos miserables judíos? ¿Acaso van a construir, terminar y celebrar la inauguración en un día? ¿Creen acaso dar vida a esas piedras calcinadas, sacadas de montones de escombros?» (Nehemías 3, 34)
El pueblo de Judá decía: «Ya fallan las fuerzas de los cargadores y todavía quedan muchos escombros, nunca podremos rehacer la muralla.» (Nehemías 4, 4)