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  • Tomó después consigo a los judíos que había en Galilea y en Arbates, como también a sus mujeres e hijos, y todo cuanto tenían, y los llevó a Judea con gran alegría. (1 Macabeos 5, 23)

  • Los judíos, mientras tanto, bendecían al Señor, que había llenado de gloria su Lugar Santo. El Templo, poco antes inundado de temor y miedo, se llenó de gozo y alegría por la extraordinaria manifestación de Dios. (2 Macabeos 3, 30)

  • Por encima de todo se debe admirar y recordar a la madre de ellos, que vio morir a sus siete hijos en el espacio de un día. Lo soportó, sin embargo, e incluso con alegría, por la esperanza que ponía en el Señor. Llena de nobles sentimientos, (2 Macabeos 7, 20)

  • Por ocho días, celebraron con alegría la fiesta, de la misma manera que se celebra la fiesta de las Chozas, recordando cómo, poco tiempo antes, por esa misma fecha, andaban escondiéndose en los cerros y cuevas, como si fueran fieras. (2 Macabeos 10, 6)

  • Harás bien, pues, si envías embajadores para pactar la paz con ellos. Que sepan nuestro firme propósito y, así, se tranquilicen y puedan dedicarse con alegría a sus propias ocupaciones.» (2 Macabeos 11, 26)

  • Entonces entrará la sabiduría en tu corazón y el saber será tu alegría. (Proverbios 2, 10)

  • que ponen su alegría en hacer el mal y se complacen en sus abominaciones, (Proverbios 2, 14)

  • ¡Bendita sea tu fuente, y sea tu alegría la mujer de tu juventud, (Proverbios 5, 18)

  • Proverbios de Salomón Un hijo sabio es la alegría de su padre; un hijo insensato es la amargura de su madre. (Proverbios 10, 1)

  • Después de haber esperado, el justo experimentará la alegría, pero la espera de los malvados será en vano. (Proverbios 10, 28)

  • El embuste se aloja en el corazón de los intrigantes, la alegría, en el del buen consejero. (Proverbios 12, 20)

  • Una pena profunda debilita las energías, una buena noticia devuelve la alegría. (Proverbios 12, 25)


“Não queremos aceitar o fato de que o sofrimento é necessário para nossa alma e de que a cruz deve ser o nosso pão cotidiano. Assim como o corpo precisa ser nutrido, também a alma precisa da cruz, dia a dia, para purificá-la e desapegá-la das coisas terrenas. Não queremos entender que Deus não quer e não pode salvar-nos nem santificar-nos sem a cruz. Quanto mais Ele chama uma alma a Si, mais a santifica por meio da cruz.” São Padre Pio de Pietrelcina