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Solamente procuren que su vida esté a la altura del Evangelio de Cristo. Permanezcan firmes en un mismo espíritu y luchen con un solo corazón por la fe del Evangelio. Ojalá lo pueda comprobar si voy donde ustedes y, si no voy, pueda al menos oírlo. (Carta a los Filipenses 1, 27)
No se dejen intimidar por los adversarios. Este será un signo seguro de que ellos van a la ruina y ustedes a la salvación. Todo eso viene de Dios, (Carta a los Filipenses 1, 28)
No digo esto porque esté necesitado, pues he aprendido a arreglarme con lo que tengo. (Carta a los Filipenses 4, 11)
Pero por supuesto, perseveren en la fe; muéstrense firmes, cimentados en ella; no se desvíen de su esperanza; tengan siempre presente el Evangelio que han oído, que ha sido predicado a toda criatura en este mundo, y del que yo Pablo he llegado a ser encargado. (Carta a los Colosenses 1, 23)
su plan misterioso que permaneció secreto durante siglos y generaciones. Este secreto acaba de ser revelado a sus santos. (Carta a los Colosenses 1, 26)
Este es mi trabajo, al que me entrego con la energía que viene de Cristo y que obra poderosamente en mí. (Carta a los Colosenses 1, 29)
Cuídense de que nadie los engañe con sabidurías o con cualquier teoría hueca, que no son más que doctrinas humanas; pues este es el camino del mundo, y no el de Cristo. (Carta a los Colosenses 2, 8)
Que la palabra de Cristo habite en ustedes y esté a sus anchas. Tengan sabiduría, para que se puedan aconsejar unos a otros y se afirmen mutuamente con salmos, himnos y alabanzas espontáneas. Que la gracia ponga en sus corazones un cántico a Dios, (Carta a los Colosenses 3, 16)
De este modo pasaron a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya. (1º Carta a los Tesalonicenses 1, 7)
esperando que venga del cielo el que nos libera del juicio que se acerca: éste es Jesús, su Hijo, al que resucitó de entre los muertos. (1º Carta a los Tesalonicenses 1, 10)
Al presentarse este sin-ley con el poder de Satanás, hará milagros, señales y prodigios al servicio de la mentira, (2º Carta a los Tesalonicenses 2, 9)
Con este fin los llamó mediante el Evangelio que predicamos, y los destinó a compartir la gloria de Cristo Jesús, nuestro Señor. (2º Carta a los Tesalonicenses 2, 14)