Löydetty 146 Tulokset: tenían

  • Y las cuatro ruedas tenían el mismo aspecto: parecía que estaban una dentro de otra. (Ezequiel 10, 10)

  • Tenían cada uno cuatro caras y cuatro alas, y bajo las alas algo que parecían manos humanas. (Ezequiel 10, 21)

  • esto es, los profetas de Israel que profetizaban sobre Jerusalén y tenían para ella visiones de paz, no habiendo paz", dice el Señor Dios. (Ezequiel 13, 16)

  • Jarrán, Canné y Edén, así como los mercaderes de Sabá, Asiria y Media, tenían estrechas relaciones comerciales contigo; (Ezequiel 27, 23)

  • No le igualaban los demás cedros en el jardín de Dios, los cipreses no podían competir con su ramaje, los plátanos no tenían su follaje. Ningún árbol, en el jardín de Dios, era a él comparable en belleza. (Ezequiel 31, 8)

  • Yo le había hecho hermoso por la abundancia de sus ramas; todos los árboles de Edén, que había en el jardín de Dios, le tenían envidia. (Ezequiel 31, 9)

  • Miré y vi aparecer sobre ellos los nervios, crecer la carne y recubrirse todo de piel. Pero no tenían el espíritu de vida. (Ezequiel 37, 8)

  • Las salas del pórtico oriental eran tres por un lado y tres por el otro, todas ellas de la misma medida, así como tenían también la misma medida las pilastras de los dos lados. (Ezequiel 40, 10)

  • Las pilastras tenían treinta metros; en la pilastra comenzaba el atrio que rodeaba el pórtico por todos lados. (Ezequiel 40, 14)

  • Sus salas eran tres por ambos lados, y sus pilastras y vestíbulos tenían las mismas dimensiones que el primer pórtico: veinticinco metros de largo por doce y medio de ancho. (Ezequiel 40, 21)

  • Sus ventanas, su vestíbulo y sus palmeras tenían las mismas medidas que las del pórtico cuya fachada miraba a oriente. Se subía al pórtico por siete gradas, y su vestíbulo estaba situado hacia el interior. (Ezequiel 40, 22)

  • Después me llevó hacia el lado sur. Había allí un pórtico en dirección del mediodía. Midió las salas, las pilastras y el vestíbulo: tenían la misma dimensión que las otras. (Ezequiel 40, 24)


“Tenhamos sempre horror ao pecado mortal e nunca deixemos de caminhar na estrada da santa eternidade.” São Padre Pio de Pietrelcina