Löydetty 300 Tulokset: familia de Manasés

  • Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia; y muchos de los corintios que habían oído a Pablo creyeron y se bautizaron. (Hechos 18, 8)

  • Saludad a mi paisano Herodión. Saludad a la familia de Narciso, creyentes en el Señor. (Romanos 16, 11)

  • También bauticé a la familia de Esteban; no recuerdo haber bautizado a nadie más. (I Corintios 1, 16)

  • Hermanos, os voy a pedir un favor: sabéis que la familia de Esteban fue la primera que se hizo cristiana en la región de Acaya y que se ha consagrado al servicio de los fieles. (I Corintios 16, 15)

  • De tal suerte que ya no sois extranjeros y huéspedes, sino que sois ciudadanos de los consagrados y miembros de la familia de Dios, (Efesios 2, 19)

  • del que toma su nombre toda familia en el cielo y en la tierra, (Efesios 3, 15)

  • Si la viuda tiene hijos o nietos, ellos, antes que nadie, son los que deben cuidar de su propia familia y de recompensar a sus progenitores por los beneficios que han recibido de ellos, pues esto es lo que Dios quiere. (I Timoteo 5, 4)

  • Si alguna mujer tiene viudas en su familia, que procure socorrerlas y no cargue con ellas a la Iglesia, con el fin de que ésta pueda atender a las verdaderamente viudas. (I Timoteo 5, 16)

  • Que el Señor tenga misericordia de la familia de Onesíforo, porque muchas veces me ha reconfortado y no se avergonzó de mis cadenas, (II Timoteo 1, 16)

  • Saluda a Prisca y Áquila, y a la familia de Onesíforo. (II Timoteo 4, 19)

  • Por la fe Noé, divinamente advertido acerca de las cosas que todavía no se veían, movido de un religioso temor, construyó un arca para salvar a su familia; por la fe condenó al mundo y se convirtió en heredero de la justicia que se obtiene por la fe. (Hebreos 11, 7)

  • de la tribu de Aser, doce mil; de la tribu de Neftalí, doce mil; de la tribu de Manasés, doce mil; (Apocalipsis 7, 6)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina