Löydetty 359 Tulokset: Eres

  • Aquís llamó a David y le dijo: "Vive el Señor, que eres un hombre leal y me ha agradado siempre tu comportamiento en el ejército; no tengo nada que reprocharte desde el día en que viniste hasta hoy; pero no eres grato a los ojos de los jefes. (I Samuel 29, 6)

  • Aquís le respondió: "Bien sabes que eres grato a mis ojos como un ángel de Dios; pero los jefes de los filisteos han dicho: Que no vaya con nosotros a la guerra. (I Samuel 29, 9)

  • David le preguntó: "¿A quién perteneces y de dónde eres?". Él respondió: "Soy un joven egipcio, esclavo de un amalecita. Mi señor me abandonó hace tres días porque me puse enfermo. (I Samuel 30, 13)

  • Me preguntó: ¿Quién eres? Yo respondí: Soy un amalecita. (II Samuel 1, 8)

  • David dijo al joven que le había informado: "¿De dónde eres?". Él respondió: "Soy hijo de un refugiado amalecita". (II Samuel 1, 13)

  • Abner se volvió hacia atrás y dijo: "¿Eres tú Asael?". Él respondió: "Sí, soy yo". (II Samuel 2, 20)

  • Eres grande, Señor; no hay nadie como tú, ni hay Dios fuera de ti, como hemos oído. (II Samuel 7, 22)

  • Sí, Señor, tú eres Dios, tus palabras son verdad, y has hecho a tu siervo esta gran promesa. (II Samuel 7, 28)

  • Dígnate bendecir la casa de tu siervo para que permanezca siempre en tu presencia. Porque eres tú, Señor, el que has hablado, y con tu bendición la casa de tu siervo será bendita para siempre". (II Samuel 7, 29)

  • Había un siervo de la casa de Saúl, llamado Sibá. Lo mandaron venir, y el rey le dijo: "¿Tú eres Sibá?". Él respondió: "Para servirte". (II Samuel 9, 2)

  • Natán dijo a David: "¡Tú eres ese hombre! Esto dice el Señor, Dios de Israel: Yo te ungí por rey de Israel y te libré de las manos de Saúl; (II Samuel 12, 7)

  • Absalón se levantaba pronto, se ponía junto al camino que lleva a la puerta y, cuando un hombre tenía un pleito que le llevaba ante el rey para el juicio, le llamaba y le decía: "¿De qué ciudad eres?". Él respondía: "Tu servidor es de tal tribu de Israel". (II Samuel 15, 2)


“O Santo Sacrifício da Missa é o sufrágio mais eficaz, que ultrapassa todas as orações, as boas obras e as penitências. Infalivelmente produz seu efeito para vantagem das almas por sua virtude própria e imediata.” São Padre Pio de Pietrelcina