Löydetty 234 Tulokset: Diez Cuernos

  • Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de ciento diez años, (Jueces 2, 8)

  • Aquel día derrotaron a Moab, cerca de diez mil hombres, todos robustos y valientes, sin que escapase ni uno solo. (Jueces 3, 29)

  • Ella mandó llamar a Barac, hijo de Abinoán, de Cades, en Neftalí, y le dijo: "El Señor, Dios de Israel, ha ordenado esto: Vete al monte Tabor y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y Zabulón. (Jueces 4, 6)

  • Barac reunió a Zabulón y a Neftalí en Cades; lo siguieron diez mil hombres, y Débora fue con ellos. (Jueces 4, 10)

  • Débora dijo a Barac: "Levántate, éste es el día en que el Señor entregará a Sísara en tus manos. ¿No va el Señor delante de ti?". Y Barac dejó el monte Tabor con sus diez mil hombres. (Jueces 4, 14)

  • Gedeón tomó consigo diez hombres de entre sus siervos e hizo como el Señor le había ordenado; pero como no se atrevía a hacerlo de día, por miedo a su familia y a la gente de la ciudad, lo hizo de noche. (Jueces 6, 27)

  • Por eso, llama al pueblo y dile: El que tenga miedo y tiemble, que se vuelva y se retire". Se retiraron del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil. (Jueces 7, 3)

  • Después de él fue juez de Israel, Elón, de Zabulón, durante diez años. (Jueces 12, 11)

  • Micá le dijo: "Quédate conmigo y sé para mí un padre y sacerdote; te daré diez monedas de plata al año, de vestir y de comer". (Jueces 17, 10)

  • uno de cada diez hombres de todas las tribus de Israel se encargará de conseguir víveres para el ejército; los demás irán a dar su merecido a Guibeá de Benjamín por la infamia que han cometido en Israel". (Jueces 20, 10)

  • Y llegaron frente a Guibeá diez mil hombres escogidos de todo Israel. El combate fue duro, pues los de Benjamín no se dieron cuenta del mal que se les echaba encima. (Jueces 20, 34)

  • A los diez años murieron también Majlón y Kilión, y Noemí se quedó sin hijos y sin marido. (Rut 1, 5)


“Dirás tu o mais belo dos credos quando houver noite em redor de ti, na hora do sacrifício, na dor, no supremo esforço duma vontade inquebrantável para o bem. Este credo é como um relâmpago que rasga a escuridão de teu espírito e no seu brilho te eleva a Deus”. São Padre Pio de Pietrelcina