Löydetty 129 Tulokset: ¿A

  • Y ahora, ¿a qué fin dirigirte a Egipto para beber el agua del Nilo? ¿A qué fin marchar a Asiria para beber el agua del río? (Jeremías 2, 18)

  • ¿A quién he de hablar? ¿A quién conjurar para que escuche? Ved, su oído está incircunciso, no pueden escuchar. Ved, la palabra del Señor es para ellos objeto de irrisión; han perdido su gusto. (Jeremías 6, 10)

  • ¿Acaso me hieren sólo a mí -dice el Señor-, y no más bien a sí mismos, para su propia vergüenza? (Jeremías 7, 19)

  • Les dirás: Esto dice el Señor: ¿Acaso el que cae no puede levantarse? ¿El que se ha extraviado no puede volver? (Jeremías 8, 4)

  • ¿Qué sabio hay que comprenda esto? ¿A quién se lo ha dicho la boca del Señor? Que lo publique, ¿por qué el país está perdido, abrasado como el desierto, por donde nadie pasa? (Jeremías 9, 11)

  • Y si te dicen: ¿Adónde vamos a ir?, les responderás: Esto dice el Señor: ¡Quien está destinado a la peste, a la peste; quien a la espada, a la espada; quien al hambre, al hambre; quien al cautiverio, al cautiverio! (Jeremías 15, 2)

  • ¿Acaso se devuelve mal por bien? Pues están cavando una fosa para mí. Recuerda cómo me he presentado ante ti para hablarte en favor suyo y alejar de ellos tu furor. (Jeremías 18, 20)

  • ¿Acaso soy yo Dios sólo de cerca -dice el Señor- y de lejos no soy Dios? (Jeremías 23, 23)

  • ¿Acaso por eso le condenaron a muerte Ezequías, rey de Judá, y todo Judá? ¿No temieron más bien al Señor; no imploraron su gracia, hasta obtener que retirara la desgracia con que les había amenazado? ¿Y vamos nosotros a cargar con un delito tan grave?". (Jeremías 26, 19)

  • Y cuando nosotras -añadieron las mujeres- quemamos incienso y hacemos ofrendas de vino a la reina del cielo, ¿acaso le hacemos tortas que representan su imagen y le presentamos ofrendas de vino a espaldas de nuestros maridos?". (Jeremías 44, 19)

  • -¡Cómo! ¿Apis se da a la fuga? ¿No resiste tu toro sagrado? ¡Sí, el Señor lo ha empujado, (Jeremías 46, 15)

  • ¿A quién te compararé? ¿A quién te haré semejante, oh hija de Jerusalén? ¿Quién te podrá salvar y confortar, oh virgen, hija de Sión? Grande como el mar es tu ruina, ¿quién te podrá curar? (Lamentaciones 2, 13)


“É necessário manter o coração aberto para o Céu e aguardar, de lá, o celeste orvalho.” São Padre Pio de Pietrelcina