Löydetty 485 Tulokset: muerte de los primogénitos

  • Los habitantes de Jerusalén proclamaron rey en su lugar a su hijo menor Ocozías, porque una banda de árabes que había invadido el campamento había dado muerte a todos los mayores, de suerte que llegó a ser rey Ocozías, hijo de Joram, rey de Judá. (II Crónicas 22, 1)

  • Hizo el mal a los ojos de Yahveh, como los de la casa de Ajab, porque después de la muerte de su padre fueron ellos sus consejeros para su perdición. (II Crónicas 22, 4)

  • Después de la muerte de Yehoyadá vinieron los jefes de Judá a postrarse delante del rey, y entonces el rey les prestó oído. (II Crónicas 24, 17)

  • Cuando se afianzó en su reinado, dio muerte a los servidores que habían matado al rey su padre. (II Crónicas 25, 3)

  • Amasías cobró ánimo y, tomando el mando de su pueblo, marchó al valle de la Sal, y dio muerte a 10.000 hombres de los seiríes. (II Crónicas 25, 11)

  • Amasías, hijo de Joás, rey de Judá, sirvió quince años después de la muerte de Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel. (II Crónicas 25, 25)

  • El rey Ozías, quedó leproso hasta el día de su muerte, y habitó en una casa aislada, como leproso, porque había sido excluido de la Casa de Yahveh; su hijo Jotam estaba al frente de la casa del rey y administraba justicia al pueblo de la tierra. (II Crónicas 26, 21)

  • ¿No os engaña Ezequías para entregaros a la muerte por hambre y sed, cuando dice: "Yahveh nuestro Dios nos librará de la mano del rey de Asiria"? (II Crónicas 32, 11)

  • En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte; pero hizo oración a Yahveh, que le escuchó y le otorgó una señal maravillosa. (II Crónicas 32, 24)

  • Se acostó Ezequías con sus padres, y le sepultaron en la subida de los sepulcros de los hijos de David; y todo Judá y los habitantes de Jerusalén le rindieron honores a su muerte. En su lugar reinó su hijo Manasés. (II Crónicas 32, 33)

  • Se conjuraron contra él sus siervos, y le dieron muerte en su casa. (II Crónicas 33, 24)

  • Y a todo aquel que no cumpla la Ley de tu Dios y la ley del rey, aplíquesele una rigurosa justicia: muerte, destierro, multa en dinero o cárcel.» (Esdras 7, 26)


“Na igreja se fala somente com Deus.” São Padre Pio de Pietrelcina